TRAGEDIAS POR OMISIÓN
Veracruz
es un estado con altos riesgos en materia de protección civil. Por su ubicación
geográfica, está expuesto a huracanes, tormentas tropicales y toda clase de
fenómenos meteorológicos que se forman en el Golfo de México.
Varios
ríos de gran caudal alimentan sus campos y ciudades. Además, está en una zona
de gran actividad sísmica.
Por
si no fuera bastante, alberga de norte a sur de su territorio instalaciones y
ductos de Petróleos Mexicanos, así como la planta nuclear de Laguna Verde, que
opera la Comisión Federal de Electricidad.
Existe,
pues, una larga experiencia, de muchos años, previniendo y actuando cuando se
presentan contingencias y/o desastres, naturales o por accidentes en instalaciones
industriales.
Desde
aquellas inundaciones de 1999, cuando la zona norte de Veracruz fue devastada
por las intensas lluvias que desbordaron el río Tecolutla, que creció nueve
metros sobre su nivel normal, se comenzó a implantar en la entidad un sistema
de protección civil que llegó a presumirse como uno de los más avanzados del
país por su capacidad de respuesta, que redujo a niveles mínimos la pérdida de
vidas humanas en los dos sexenios anteriores.
Hacia
el final del gobierno de Miguel Alemán Velasco se presentó el primer Atlas de
Riesgos de la entidad, que plasmaba en el papel lo que todo mundo sabía: que
prácticamente la totalidad de los municipios veracruzanos se encontraban en
zonas que presentaban algún tipo de peligro para la población. Y no sólo por la
incidencia de los fenómenos naturales o la actividad de las grandes
paraestatales productoras de energía. Uno de los principales problemas eran los
asentamientos humanos en zonas no aptas para ello.
¿Qué
se hizo desde entonces a la fecha para atender esto, que sí está en manos de
las autoridades resolver? Nada. En cualquier municipio del estado podemos ver
precarias casas levantadas como sea sobre un cerro. O flamantes colonias
dotadas con servicios municipales junto a las riberas de los ríos, sin muros de
contención ni protección alguna, pero que seguro representaron un gran negocio
para algún liderzuelo que, para obtener los permisos correspondientes, o al
menos la vista gorda de las autoridades, se ofreció a “operar” electoralmente con
las familias a las que les entregaban verdaderas tumbas ambulantes.
La
muerte de 11 personas en Yecuatla hace unas semanas, y la de 13 hasta el
momento en Coscomatepec por las lluvias que han inundado el norte y centro del
estado, no pueden considerarse sólo meros y muy “lamentables” accidentes. Hay
responsabilidad de las autoridades, municipales y estatales, tanto por permitir
que se edifiquen viviendas en zonas de alto riesgo, como por su lentísima
capacidad de respuesta, a pesar de contar con las herramientas necesarias para
poder prevenir, alertar y evacuar a la población ante el advenimiento de una
contingencia.
Las
omisiones que provocan tragedias también son punibles.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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