RECULE Y PRAGMATISMO PRESIDENCIAL

La iniciativa de reforma hacendaria que presentó el presidente Enrique Peña Nieto rompió con las expectativas que sobre ésta había. Sólo que no ha dejado a nadie conforme.
Ante las protestas magisteriales que ha provocado la reforma “educativa” en varias ciudades del país, y las que previsiblemente vengan cuando inicie la discusión de la energética, es claro que el Presidente no quiso abrirse un frente más, por lo que decidió eliminar de su propuesta el gravamen del Impuesto al Valor Agregado generalizado en alimentos y medicinas.
Pero ahora busca sustituir los ingresos que se obtendrían por ese concepto con nuevos impuestos que también han recibido críticas, sólo que por parte de la iniciativa privada y las grandes asociaciones empresariales, que se sienten afectadas.
No falta quien ya califica a Peña Nieto de “populista” por impulsar el seguro de desempleo o las pensiones universales para adultos mayores, y como hiciera hace seis años su antecesor Felipe Calderón, retomar propuestas de la izquierda para obtener la aprobación de los sectores vulnerables. “En favor de quienes menos tienen” fue su eslogan de batalla al presentar su iniciativa.
Y mientras tanto, pretende implementar medidas como la reducción de las deducciones, el aumento a la tasa del Impuesto sobre la Renta para quienes ganen más de medio millón de pesos anuales, el gravamen a las ganancias en la Bolsa Mexicana de Valores, y el cobro del IVA a los servicios de educación privada, la renta de inmuebles, los conciertos y hasta la comida para mascotas, entre otras disposiciones que incluye la iniciativa del Ejecutivo federal.
Líderes de organismos como el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex, así como analistas financieros de distintos medios, no ocultaron su decepción por una reforma hacendaria que consideran “se queda corta” y le deja toda la carga de la economía del país a la clase media y a las empresas, que de por sí son contribuyentes cautivos, sin que se amplíe significativamente la base tributaria.
Y aunque muchos aplaudieron la desaparición del IETU y el IDE, los impuestos creados durante el calderonismo, no han reparado en el incremento del déficit público que implicará endeudamiento e inflación.
Peña Nieto tuvo que recular porque no le quedó de otra. Empecinarse en sacar todas las reformas de una sola vez y como las planteaba originalmente hubiera significado que no lograra que se aprobase ninguna. La presión social de las últimas semanas así lo demuestra.
Esto no quiere decir que el Presidente o los grupos de poder económico y político se vayan a resignar. Viene un periodo de intenso cabildeo en el Congreso de la Unión, durante el cual los consorcios empresariales como, por ejemplo, las refresqueras (afectadas por el impuesto a las bebidas azucaradas) intentarán incidir para que la iniciativa sea modificada por los legisladores.
No está dicha la última palabra. Pero una cosa sí quedó en evidencia: Peña Nieto es un presidente pragmático. ¿O será más bien camaleónico?


Twitter: @yeyocontreras

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