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EL “EXPRIMIDOR” DEL GABINETE DE NAHLE

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Mientras que la mayoría de los anuncios de nombramientos de lo que será el gabinete de Rocío Nahle a partir del próximo mes de diciembre indican pagos de facturas, cercanía política regional y pertenencia grupal, junto con un perfil de medio pelo para abajo, hay una posición que sí llama la atención por sus nexos, trayectoria y perfil. Se trata de será Leonardo Cornejo Serrano, quien será el próximo titular de la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP), una de las dependencias con mayor presupuesto del estado. Y que en este sexenio fue de las que más irregularidades y señalamientos por desvíos de recursos produjo. Cornejo Serrano fue un muy cercano colaborador del ex director de Petróleos Mexicanos en el sexenio de Enrique Peña Nieto, Emilio Lozoya Austin, implicado este último en el escándalo de corrupción y pago de sobornos de la empresa brasileña Odebrecht para obtener contratos con aquel gobierno. Pues el próximo encargado de las obras del gobierno de Veracruz p

DECAPITARON LA DEMOCRACIA

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  Este fin de semana, México atestiguó uno de los momentos más grotescos y vergonzosos de su historia reciente, en el cual el parlamento fue transformado en un circo de tintes cavernarios. Sin sustento legal, atentando contra sus derechos, través de una “tómbola” los senadores obradoristas –y vale la pena hacer la puntualización, pues es al expresidente al que le rinden cuentas- determinaron quitarle su trabajo, porque quieren y porque pueden –con la venia del “pueblo bueno”, juran-, a cientos de jueces, magistrados y trabajadores del Poder Judicial de la Federación, destruyendo la carrera judicial y encaminando al país hacia un estado de indefensión jurídica sin precedentes. No es exageración. Desde hace varios meses ya, el desacato flagrante en que han incurrido los poderes Ejecutivo y Legislativo ante las resoluciones del Judicial han, en los hechos, dinamitado por completo el estado de Derecho en el país y desaparecido de facto la división de poderes, comprometiendo realmente e

UN VIOLENTO INICIO DE SEXENIO

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El sexenio de Claudia Sheinbaum inició teñido de rojo. Tan solo en la primera semana de su administración al frente del Ejecutivo federal, se registraron cerca de 500 homicidios en todo el país. Una cifra escalofriante que, sin embargo, ya no parece llamar mucho la atención de la población. La realidad es que pocos se escandalizan y mucho menos se asustan ante la normalización de una violencia que permea en todo el tejido social de la nación, que entroniza como estereotipos a idealizar a sicarios y traficantes y que ha incorporado a su cotidianidad las noticias sobre balaceras, secuestros, mutilaciones y abandono de restos humanos en la vía pública. Pero que la sociedad se haya acostumbrado a esta forma de vivir no quiere decir que sea normal y haya que pasarla por alto o minimizarla, pues eso es precisamente lo que le ha permitido escalar. Sin embargo, eso es exactamente lo que se han dedicado a hacer las autoridades en los últimos años para rehuir sus responsabilidades. Y no pa

NO LLEGAN TODAS

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  Por mucho, lo más destacable –y lamentable- de los discursos inaugurales del sexenio de Claudia Sheinbaum es su total sumisión a la figura del ex presidente Andrés Manuel López Obrador. En su mensaje luego de rendir protesta como primera presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos ante el Congreso de la Unión, lo que por sí mismo representa un hecho histórico, así como en el del Zócalo horas más tarde, Claudia Sheinbaum Pardo prefirió desvivirse en elogios por un hombre lleno de complejos, que afirmó en más de una ocasión que las mujeres feministas que salen a protestar contra la violencia son “conservadoras” y que el término “feminicidio” se inventó en este sexenio para “atacarlo”. El que debió ser no solamente su momento y espacio histórico, sino el de las mujeres mexicanas tras largos años de lucha por acceder a los principales espacios de decisión política, quedó reducido por la propia Sheinbaum a un refrendo de lealtades y un vergonzoso ejercicio de adulación a

HERENCIA ENVENENADA

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  Hasta el último momento, Andrés Manuel López Obrador le hizo sentir a Claudia Sheinbaum que quien manda es él, y que el único líder del movimiento que se mantuvo y la entronizó en el poder, es él. Contrario a la tradición política en México, en la que una vez electo el siguiente presidente, el saliente le cedía los reflectores y el escenario para que tomara paulatinamente las amarras del poder, López Obrador nunca le permitió a su sucesora un papel ni cercanamente protagónico tras las elecciones del 2 de junio, a diferencia de lo sucedido seis años atrás. Fue al revés. Desde junio, López Obrador redujo a la primera presidenta de México al rol de “dama de compañía” en sus propias giras por el interior del país y en algunas “mañaneras”. Le impuso una agenda personal y política e incluso, la obligó a aceptar sin pestañear reformas constitucionales con cuyas consecuencias será ella quien las tenga que lidiar. Sheinbaum aceptó ese papel. Por conveniencia política, por temor a perder

EL FAVOR DE CUITLÁHUAC A LOS YUNES

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  Cuando Cuitláhuac García –con el aval, si no es que la instrucción directa de Rocío Nahle- lanzó a la Fiscalía General del Estado contra los Yunes -en ese entonces todavía panistas- para impedirles, vía una persecución judicial, que asumieran sus cargos legislativos, no se imaginaba el enorme favor que iba a terminar haciéndoles. Tenía acorralados tanto a Miguel Ángel como a Fernando Yunes Márquez, y probablemente también a su padre, Miguel Ángel Yunes Linares. Los tres, con carpetas de investigación abiertas por diferentes delitos, situación que los obligó a huir del país para evitar ser detenidos y, desde el extranjero, bravuconear –como acostumbran- con que no serían trofeo de Morena. Nadie imaginaba –ni Cuitláhuac- lo que sí terminarían siendo. Algo ya se había pactado desde que Miguel Ángel Yunes Márquez regresó al país –luego de fingir una “dolorosísima” enfermedad en la espalda- para tomar protesta como senador, sin que lo estuvieran esperando los ministeriales de Cuitláhu

ODIO, ENCONO Y MUERTE, EL LEGADO DE AMLO

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  Exactamente en una semana concluye el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Prácticamente no hay dato alguno –real, no de los “otros datos” que se inventa el presidente saliente para torcer la realidad- que pruebe consistentemente desarrollo o crecimiento real para el país. Por el contrario, los indicadores en materia de salud, de educación, de crecimiento económico, de derechos humanos, de democracia, de libertad de expresión, de rendición de cuentas y principalmente de seguridad muestran retrocesos alarmantes, algunos incluso históricos, de un gobierno manejado con las vísceras, con miles de prejuicios y con un sentido paternalista y patrimonialista que ya ha fracasado en un pasado al cual están llevando aceleradamente al país con reformas retrógradas y autoritarias. La reforma militarista, junto con la que desmantela al Poder Judicial de la Federación, son las más regresivas de todas las enmiendas legales impulsadas durante el sexenio que fenece y cuyo objetivo no es garanti