LA NOSTALGIA POR EL PODER
Ningún político está preparado para dejar el poder. Así lo haya ejercido acotado, con limitaciones propias de las circunstancias en que le haya tocado hacer uso (y abuso) del mismo, el embeleso de tener la potestad de decidir sobre el rumbo de un país, un estado o hasta el más pequeño de los municipios, sobre vidas y haciendas, es como una droga cuya adicción puede obnubilar el cerebro más lúcido. Y si el político en cuestión es de pocas luces, peor aún. En la historia de México, ha habido muchos ejemplos de políticos que ejercieron un poder pleno, exorbitante, sin límite, durante sus mandatos. Para no irnos muy atrás, podemos nombrar a los expresidentes Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari, o aquí en Veracruz, al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, quienes además pretendieron extender su poder más allá de sus respectivos periodos. Tarde aprendieron que el sistema en México se perpetúa a sí mismo, y no a sus artífices. Pero una característica ...