EL REPARTO DEL BOTÍN
En sus orígenes,
el Partido Acción Nacional se caracterizó, además de por su defensa de los
principios de la democracia, por ser un foro para expresar posturas diversas e
incluso disentir de sus cúpulas directivas.
Hubiera sido
impensable, en sus años de gestación, que sus militantes, varios de ellos
algunas de las mentes más brillantes de su tiempo, se hubieran prestado a
seguir una visión uniformada de la historia, la economía o la política misma.
Privilegiaban el debate como una herramienta para tomar decisiones y establecer
posturas, a diferencia del régimen revolucionario institucional, donde la
“cargada”, el aplauso instantáneo a la decisión del “líder” –por funesta que
fuese– y la visión única sexenal eran –siguen siendo– la constante.
Algo pasó en el
camino, que el PAN fue despojándose de sus ropajes democráticos para ataviarse
con la armadura de la obediencia partidista, la “institucionalidad” entendida
como la prohibición de la autocrítica y el disenso, e incluso el “dedazo” para
otorgar candidaturas, tan propio de los usos y costumbres priistas.
A últimos años,
Acción Nacional se convirtió en un partido tan vertical y autoritario como el
PRI, con el que, además, desde 1988 comparte también la misma idea sobre la
economía, de corte neoliberal, globalizadora y generadora de miseria frente a
la creación de enormes fortunas originadas en transacciones dudosas, tráfico de
influencias y corrupción.
Un ejemplo de lo
que se ha convertido el PAN fue la decisión anunciada la semana pasada de evitar
la contienda interna para elegir a su nuevo dirigente estatal en el estado de
Veracruz, a pesar de que estaba en curso el proceso a partir del lanzamiento de
la convocatoria respectiva. En cambio, y por órdenes del Comité Ejecutivo
Nacional, los panistas veracruzanos repartieron –no queda claro si salomónica,
pero en definitiva sí mafiosamente– la dirigencia estatal entre los principales
grupos a través de la conformación de una planilla única, en la que a cada uno
le tocó su respectiva tajada del pastel partidista.
Como ya es
público, el próximo presidente del Comité Directivo Estatal será José de Jesús
Mancha Alarcón, ex diputado local adscrito al grupo político de Miguel Ángel
Yunes Linares, quien por esa razón avaló gustoso la decisión. El secretario
general será el diputado local con licencia y ex alcalde de Jáltipan, Domingo
Bahena, representante de los intereses del coordinador de la bancada panista en
la LXIII Legislatura del Estado, Julen Rementería del Puerto.
La instrucción del
dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero, para conformar la planilla única,
obedece a un cálculo político hecho a partir de encuestas en las que el PRI no
sale bien parado de cara al proceso electoral federal de 2015. La posibilidad
de triunfo en esos comicios es lo que habría movido a los panistas a esta
repentina “unidad”, que no tardará en romperse una vez que los intereses de los
jefes de los grupos políticos se confronten.
Lo peor es que de
acuerdo con testigos de los hechos, la decisión de cortar de tajo con el
proceso interno se operó de madrugada, en lo “oscurito”, mediante una
recolección de firmas para la planilla de “unidad” plagada de inconsistencias
–se habrían firmado hasta hojas en blanco que luego se acreditaron en favor de
Mancha Alarcón–, de espaldas a los militantes y a los demás participantes en la
elección interna, que simplemente fueron hechos a un lado por no “alinearse”.
Con esas prácticas,
¿cómo pretende presentarse el PAN como una opción diferente al PRI, partido al
cual cada vez se parece más? ¿De qué cambio habla cuando en los hechos se
comporta igual –o a veces peor– que sus adversarios políticos?
No hay que
engañarse. A los políticos y a sus partidos, a todos, el bienestar de la
sociedad les vale sorbete. Lo único que les interesa es repartirse el botín del
poder.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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