LA VIRGEN DEL DOLOR
Comenzaron las fiestas en honor a la Virgen
de La Candelaria en la ciudad de Tlacotalpan, la “perla del Papaloapan”. Y con
éstas, también sobrevino de nueva cuenta la polémica.
Año con año, activistas pro derechos de los
animales protestan por la práctica del embalse de toros cebú para que
atraviesen el río Papaolapan amarrados a unos frágiles botes y sostenidos de
las fauces, la cola y las fosas nasales por los lugareños.
El suplicio del animal no termina ahí. Una
vez en tierra (si no se ahogan en el río, como ha sucedido ya), los bovinos son
azuzados a golpes por una turba alcoholizada para que embravezcan y embistan -más
bien aterrorizados- a quienes los agreden con lujo de saña, aprovechando que se
trata de toros mansos, a diferencia de los de lidia.
La práctica de lanzar toros a las calles
durante las fiestas religiosas de un pueblo no es en absoluto nueva. Es una
“tradición” proveniente de España, concretamente de Pamplona, donde durante las
celebraciones en honor a San Fermín se sueltan toros de lidia que recorren las
calles hasta llegar a la plaza en la que se enfrentarán al matador. En el
camino, suelen llevarse por delante a muchos de los “sanfermines” que se hacen
los valientes.
En México, la más famosa réplica de esta
“fiesta” se lleva a cabo en Huamantla, en el estado de Tlaxcala, donde la
tauromaquia está declarada “patrimonio cultural”, quizás porque piensen que la
muerte y la violencia también son parte de la cultura humana.
Las fiestas de Tlacotalpan y Xico son, en
Veracruz, las más famosas de las que incluyen el “show” de los toros como parte
de la “tradición” en honor a sus patronas, la Virgen de La Candelaria y Santa
María Magdalena, respectivamente. Y como tal las defienden sus promotores, pues
además de que es algo “que le gusta a la gente”, el espectáculo del maltrato
atrae al turismo y genera derrama económica, lo que en el estado, en estos
tiempos de austeridad y números rojos, sin que sea por ello justificable, es un
tanque de oxígeno para esas poblaciones.
Tanto así, que las fiestas de La Candelaria
son de las que, en los últimos años, mayor apoyo para su organización y
promoción reciben de parte del Gobierno del Estado, junto con el carnaval de
Veracruz y la Cumbre Tajín.
Pero ello ha comercializado el festejo a tal
punto, que ha perdido mucho de su sentido original. La gente que abarrota
Tlacotalpan estos días, en su mayoría, acude con el único fin de embriagarse en
las calles del pueblo, sin tener la menor idea de lo que se celebra. Y el
gobierno estatal, en lugar de darle su lugar al encuentro de jaraneros y
decimistas que, ésa sí, es una añeja tradición tlacotalpeña que encarna la
identidad de esa región de Veracruz, promueve espectáculos de música pop que
nada tienen que ver con la cultura del son jarocho, que por mucho, debería ser
elevado como patrimonio cultural de la entidad.
El Gobierno del Estado anuncia que entró en
vigor un Reglamento de Protección al Toro en Tlacotalpan que prevé sanciones
contra quienes lastimen a los animales. Sin embargo, el embalse y el paseo de
los cebús no fue suspendido, lo cual es un total contrasentido.
Mientras sigamos creyendo que cualquier
práctica que implique el dolor, la tortura y el sacrificio de un ser vivo por
diversión, entretenimiento o “tradición” (y negocio, por supuesto) debe por ese
hecho ser defendida y preservada, seguiremos siendo una sociedad subdesarrollada.
La crueldad no es cultura.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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