EL FANTASMA DE LA CRISIS
Con todo y sus muy presumidas reformas fiscal y
energética, el presidente Enrique Peña Nieto y su secretario de Hacienda Luis
Videgaray han tenido que “tragar gordo” y aceptar que la perspectiva de
crecimiento económico del país va a la baja.
El pasado viernes, el subsecretario de Hacienda y
Crédito Público, Fernando Aportela, tuvo que anunciar que México sólo crecerá
2.7 por ciento durante 2014, en lugar del 3.9 que la dependencia había estimado
a inicios de año.
Entre las causas de esta caída que aducen los
“genios” financieros mexicanos, están que la economía de Estados Unidos –de la
que México depende casi en su totalidad– registró una recesión. Además, el
consumo interno fue inhibido por los nuevos impuestos y hubo un déficit en la
cuenta corriente de la balanza de pagos del país equivalente a 1.5 por ciento
del Producto Interno Bruto. Y precisamente, en el primer trimestre del año, el
PIB apenas creció 1.8 por ciento.
¿Qué pasó entonces? ¿Dónde quedaron los políticos
que “sí saben gobernar” a México? Porque con todo y el desastre que en materia
de seguridad dejaron los 12 años de panismo en Los Pinos, al menos mantuvieron
la economía estable, sin déficit, sin crisis económicas ni devaluaciones
disfrazadas de “libre flotación” de nuestra moneda.
Ni el Gobierno Federal ni la clase empresarial
tienen pretextos. El primero obtuvo del Congreso de la Unión una reforma fiscal
recaudadora. La segunda, una reforma laboral totalmente favorable a sus
intereses.
Pero las inversiones no llegan, simplemente. La
economía nacional está estancada –y en algunos estados, como Veracruz, en
bancarrota–, y aunque ahora el secretario de Hacienda Luis Videgaray salga a
intentar calmar las aguas diciendo que es algo “transitorio” y que para el
segundo trimestre se espera una mejoría dado que la economía estadunidense se
recupera, la percepción generalizada es que cada vez hay menos dinero en las
casas de los mexicanos.
Los aumentos mensuales al precio de los
combustibles continúan golpeando no sólo a los automovilistas, como falazmente
se ha querido hacer creer, sino a los productores agrícolas, a la industria y
al transporte, que cada vez encuentran más complicado mover sus mercancías por
el alto costo que representa trasladarlas. Y ya no hablemos de la energía
eléctrica, cuyo costo no sólo no disminuyó, como se aseguraba en la propaganda
oficial, sino que va a la alza.
Dicen en el Gobierno que los efectos prometidos de
las reformas se comenzarán a sentir entre la población para 2015. Coincidentemente,
cuando se celebren las elecciones federales intermedias que renovarán la Cámara
de Diputados. Bajo esa lógica, habría que esperar que el año que entra la
economía mexicana tenga mucho movimiento y que en vísperas de los comicios se tomen
medidas que sirvan para apoyar a los candidatos del partido en el poder, el PRI.
Sólo que si esto se da artificiosamente, por
decreto, las consecuencias serán funestas. Ya lo hemos vivido en el pasado.
Mantener con pinzas la economía del país ha dado como resultado crisis
demoledoras. Enrique Peña se lo puede preguntar a dos antecesores suyos, Carlos
Salinas y Ernesto Zedillo, ambos responsables de la mayor debacle financiera de
la historia del país, junto con la del final de sexenio de José López Portillo.
No es que uno quiera ser ave de mal agüero. Sólo
hay que recordar que quien olvida su historia, está condenado a repetirla.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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