LA "JUBILACIÓN" DE ROMERO DESCHAMPS
Fotografía: archivo |
Para los optimistas y particularmente para
los panegiristas de la “4T” –que resultaron ser más burdos que cualquier
textoservidor de la era “dorada” del PRI-, la renuncia de Carlos Romero
Deschamps a la Secretaría General del Sindicato de Trabajadores Petroleros de
la República Mexicana (STPRM) es signo “inequívoco” del combate a la corrupción
del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Sin lugar a dudas, la figura de Romero
Deschamps representa lo peor del régimen priista. Casi 30 años al frente del
Sindicato Petrolero le permitieron amasar una fortuna desquiciante, con la cual
él y sus familiares se dieron una vida -sin exagerar- de jeques árabes que
ostentaban públicamente y sin el menor pudor.
Mientras la industria petrolera en México se
venía abajo a causa de la obsolescencia y el saqueo, junto con las condiciones
laborales de sus representados, Romero Deschamps se valió de los trabajadores
petroleros para ganar un gran poder político, con el cual brincó de la Cámara
de Diputados a la de Senadores durante tres décadas sin aportar absolutamente
nada en materia legislativa.
No hubo campaña del PRI a gobernador, senador
o Presidente de la República desde 1993 hasta 2018 que no buscara contar con el
apoyo del líder petrolero, presencial y en especie, para sus candidatos. En
buena medida fue uno de los pilares del régimen y, en consecuencia, representa
uno de los emblemas de la más grotesca corrupción en México.
Sin embargo, afirmar –como algunos amanuenses
del lopezobradorismo se apresuraron a vociferar en redes sociales y en “sesudos
análisis”- que la autodenominada “cuarta transformación” acabó con la
corrupción en el Sindicato Petrolero es, por lo menos, inexacto. Por no decir
que abiertamente tramposo.
No se puede negar que el gobierno de López
Obrador operó la salida de Romero Deschamps. Pero no lo hizo mediante la
aplicación simple y llana de la ley, sino a través de la coacción, igual que en
el caso del ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo
Medina Mora.
Primero se filtró esta semana el supuesto
congelamiento de las cuentas bancarias del líder petrolero, lo que de inmediato
negó la Presidencia. Pero lo que sí admitió fue haber presentado dos denuncias contra
Romero Deschamps ante la Fiscalía General de la República. Una por lavado de
dinero y la otra por enriquecimiento ilícito.
No hacía falta ser un genio para entender las
señales. A las pocas horas, Romero Deschamps presentaba su renuncia como
dirigente sin que la misma supusiera un cisma en el Sindicato ni provocara –hasta
el momento, por lo menos- alguna clase de inestabilidad o riesgo dentro de
Petróleos Mexicanos. Todo, perfectamente “planchado”.
Y es que basta tener dos dedos de frente para
entender que si la intención expresa fuera ir con todo contra Romero Deschamps
–para lo cual existen elementos de sobra-, simplemente le hubiesen aplicado la
misma receta que a Rosario Robles: directo a la cárcel. Es más, podrían haberlo
detenido en el mismo momento que al abogado “estrella” del peñanietismo, Juan
Collado, con quien comía cuando aquél fue aprehendido el pasado 9 de julio.
El nuevo régimen le dio la opción a Romero
Deschamps de irse más o menos “por las buenas”. E incluso permitió que en su
lugar, de manera provisional por lo pronto, quede un miembro de su círculo
cercano: el diputado federal plurinominal del PRI por Veracruz, Manuel Limón
Hernández, quien fungía actualmente como secretario del Interior, Actas y
Acuerdos del Comité Ejecutivo General del STPRM y que fue, entre otros cargos,
secretario general de la Sección 10 con sede en Minatitlán, feudo de otro
sempiterno cacique sindical, Jorge Wade.
Hace exactamente 30 años, el gobierno de
Carlos Salinas de Gortari operó lo que se conoció como el “quinazo”: la caída y
encarcelamiento del dirigente del Sindicato Petrolero Joaquín Hernández
Galicia, “La Quina”, por haber apoyado la candidatura presidencial de
Cuauhtémoc Cárdenas. Y prácticamente al mismo tiempo, “convenció” al líder
magisterial Carlos Jonguitud que había llegado la hora de “retirarse”, dando
paso a la era de Elba Esther Gordillo en el SNTE. Ambas acciones fueron
calificadas por la prensa oficialista de la época como “grandes golpes” del
salinismo contra la corrupción sindical.
Nada nuevo hay bajo el sol.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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