SEGURIDAD: FRACASO SANGRIENTO
Fotografía: AVC Noticias |
Mientras el gobernador Miguel Ángel Yunes
Linares ocupa su tiempo librando inútiles batallas políticas con Andrés Manuel
López Obrador, colocándose la medalla de la sujeción a proceso penal de Javier
Duarte de Ochoa o promoviendo a su hijo el alcalde de Boca del Río como su
sucesor, Veracruz se hunde en una espiral de violencia incontrolable.
De norte a sur, una estela de sangre y muerte
cubre al estado y le arrebata la vida a personas inocentes. Sí, inocentes, pues
a diferencia del gastado y engañoso discurso del “se matan entre delincuentes”,
la realidad es que la violencia común, la que no tiene que ver con operativos
contra narcotraficantes, ha despuntado de manera insufrible, sin que el
gobierno estatal tenga una sola respuesta ya no digamos satisfactoria, sino
siquiera convincente de que sabe qué hacer para contener un problema que se le
salió de las manos hace mucho.
En los últimos días, en Veracruz la muerte ha
tenido permiso absoluto de parte de autoridades indolentes, caprichosas e
incapaces, que ocupadas como están de la política, han dejado al garete su
principal responsabilidad: garantizar la integridad física de los habitantes
del estado que buscaron gobernar, y con el cual ahora ya no saben qué hacer.
En las narices de las autoridades que debieran
proteger a los ciudadanos, jóvenes son agredidos, baleados, secuestrados,
asesinados. Lo mismo en Minatitlán que en Orizaba, en Xalapa, en Jilotepec y en
Emiliano Zapata. Por nada. Por robarlos. O por el puro gusto de matar y saberse
impune.
No hay en Veracruz quien ponga el mínimo orden.
Ni el Gobierno del Estado. Ni la Federación. Mucho menos los ayuntamientos,
cuya única preocupación en estos momentos es el consabido “año de Hidalgo”. La
población, que se chingue.
No hay otra forma de decirlo. Es inconcebible
que ante la sucesión de actos violentos como el asesinato de una joven que se
resistió a un asalto en una unidad habitacional en el municipio de Emiliano
Zapata, o de otra que apareció decapitada en Minatitlán, el gobierno haga
mutis, se escude en justificaciones pueriles y desgastadas, o lo que es peor,
se cebe en las víctimas para criminalizarlas y responsabilizarlas de su suerte.
Exactamente igual que se hacía en el sexenio anterior.
No por nada, en varias ciudades, en varias de
sus colonias, los ciudadanos han decidido tomar la justicia en sus manos,
patrullar por su cuenta para vigilar, someter e incluso linchar a quien
sorprendan cometiendo algún delito. Literalmente, es la ley de la selva, donde
más que imperar la fuerza, gobiernan el miedo y la sinrazón.
Y en una muestra más de su incapacidad para
ofrecer respuestas, la clase gobernante busca desentenderse de sus propias
responsabilidades y transferírselas a la población. En lugar de exigir a los
responsables de la seguridad del estado hacer su trabajo, los supuestos
representantes de la gente, los diputados, prefieren legislar para que sean las
personas las que se ocupen de defenderse a sí mismas, porque está visto que con
la autoridad no se cuenta.
Y es que resulta mucho más fácil echarle de
todo la culpa a Duarte o a Fidel, que aceptar que se fracasó en un tema
fundamental. Por soberbia, necedad o franca incompetencia.
Sólo que éste es un fracaso demasiado sangriento,
que todos los días cuesta vidas en Veracruz.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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