NUESTRA DERROTA COMO SOCIEDAD
Como
pocas veces, ésta es una columna que me cuesta muchísimo trabajo escribir sin
que los sentimientos personales rebasen por mucho la mínima imparcialidad periodística.
La
brutalidad, la saña, la más absoluta sinrazón se han apoderado de nuestras
calles, de nuestras ciudades y nuestros hogares, a causa de la monstruosa
indolencia de quienes asumieron la responsabilidad de velar por la seguridad de
los veracruzanos, que estamos completamente indefensos, totalmente solos frente
a la delincuencia de cualquier índole.
El
asesinato de la muy querida maestra Guadalupe Mora Palacios, cometido dentro de
su propia casa por bestias sangrientas en pleno centro de Xalapa el jueves
pasado, indigna y duele enormemente. Por el salvajismo. Por la crueldad. Por
todo lo que representa en lo humano, en lo social.
La
maestra Lupita, como la llamábamos quienes la conocimos personalmente y tuvimos
la fortuna de su trato siempre amable y cordial, era una persona noble, buena.
Promotora del arte, amante de la belleza, educadora de la niñez, de espíritu
afable, ajena a meterse en conflictos pero a la vez activa impulsora de la
organización ciudadana, fue siempre un ejemplo a seguir.
Es
imposible entender el porqué del abuso, de la violencia con que le fue quitada
la vida, cuando lo que los criminales querían era robar sus pertenencias. Sin
necesidad, sólo por el disfrute sanguinario de someter a una mujer de 71 años.
El
crimen de la maestra Lupita representa muchos de los males de una sociedad
enferma como la nuestra. Una mujer sola, de edad mayor, que fue atacada con
lujo de violencia a plena luz del día, en el corazón de la capital del estado
de Veracruz, a unos cuantos metros de las sedes del Poder Ejecutivo estatal,
del gobierno municipal y de las fuerzas de seguridad. Y que ni dentro de su
propio hogar logró estar a salvo.
La
violencia más bestial se ha apoderado de una ciudad que otrora muchos
consideramos un remanso para pasar la vida. En Xalapa, en el estado de
Veracruz, no hay ley ni autoridad que valga. La brutalidad es la que manda
mientras las autoridades de todos los órdenes, los políticos de todos los
partidos, se dedican a defender y procurar sus propios y mezquinos intereses. A
enriquecerse a costa de la gente, que es lo único que les importa.
De
manera atroz, miserable, una persona generosa nos fue arrebatada en esta
pesadilla sin final que desangra a este estado. Y salvo sus familiares, sus
amigos y la gente que la conocimos y la quisimos, la queremos, nadie más,
ninguna autoridad, se inmutó. Un feminicidio más. Otro robo violento. Otro
número para engrosar la estadística de nuestra desgracia comunitaria.
Sin
temor a exagerar, este crimen artero, innecesario, injusto, es signo de nuestra
derrota como sociedad. Porque solo hasta que el aroma de la muerte se cuela en
nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestras entrañas, salimos a exigir
justicia. Sólo hasta que nos pasa a nosotros se convierte en un problema, en
una exigencia, en una condena.
Que
la justicia llegue para la maestra Lupita. Que sus familiares encuentren pronto
el consuelo. Que algún día recuperemos la libertad de vivir en paz.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
"El feminicidio es la normalización y tolerancia de la violencia de género, en tanto violencia institucional, también por el no esclarecimiento de los casos, la falta de acceso a la justicia, a la verdad y a la reparación del daño. Todo ello, conforma la
ResponderEliminarfractura del Estado democrático de derecho"---como bien lo apunta Marcela Lagarde y que coincide con lo que bien señalas,la derrota de nuestra sociedad.