127 MIL DESAPARECIDOS QUE “NO SON” PROBLEMA DEL ESTADO
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Fotografía: Amnistía Internacional |
La crisis política y de imagen para el
gobierno de Claudia Sheinbaum detonada por los hallazgos del rancho Izaguirre
en Jalisco no son sino consecuencia de una actitud omisa que viene de mucho
tiempo atrás, de complicidades nunca castigadas y ni siquiera investigadas y
también, en muchos casos, de la actuación directa de agentes del Estado
mexicano en alguno de los tres niveles de gobierno.
El tema de la desaparición forzada de
personas tiene unos 15 años de haberse vuelto un problema serio en México, y al
menos una década siendo una verdadera emergencia humanitaria a la que ningún
gobierno, de ningún partido, le ha dado la atención ni la importancia que se
merece, porque finalmente es la consecuencia de un mal actuar que involucra a
toda la clase política, que lo que busca es lavarse las manos.
Por eso causó tal escozor entre el morenato
la decisión de iniciar un procedimiento contra México tomada la semana pasada por
el Comité contra la
Desaparición Forzada (CED) de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU),
mismo que determinó que “la desaparición forzada
se lleva a cabo de manera general o sistemática en el territorio que es
jurisdicción de México”, razón por la cual activó el procedimiento de
intervención previsto en el artículo 34 de la Convención Internacional para la
Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.
En éste, se establece que “si el Comité
recibe información que, a su juicio, contiene indicios bien fundados de que la
desaparición forzada se practica de forma generalizada o sistemática en el
territorio bajo la jurisdicción de un Estado Parte, y tras haber solicitado del
Estado Parte interesado toda la información pertinente sobre esa situación,
podrá llevar la cuestión, con carácter urgente, a la consideración de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, por medio del Secretario General de
las Naciones Unidas”.
Lo que esto significa es la exhibición
mundial, en el foro de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de crímenes
de lesa humanidad cometidos en México. Sí, por entes criminales en su mayoría,
pero con la complacencia, omisión y/o la colaboración del Estado, entendido
éste en su acepción más amplia.
Y resulta que los gobiernos de la pretendida
“cuarta transformación” tienen tanta responsabilidad en esta situación como los
anteriores. Llevan más de un sexenio en la Presidencia de la República,
controlan la mayoría de las administraciones de los estados, cuentan con una
mayoría absoluta y calificada en el Congreso de la Unión que les permite
modificar las leyes a placer. Pero según las autoridades, no tienen
responsabilidad, aun cuando el ritmo de las desapariciones forzadas y el
involucramiento de agentes estatales no solo no ha disminuido –mucho menos
cesado-, sino que ha crecido en los últimos años.
La respuesta del gobierno de México a la
conclusión del CED de la ONU lleva el sello de la casa de la “4t”: “El Gobierno
de México rechaza las declaraciones de integrantes del Comité en torno a la
supuesta práctica de desaparición forzada por parte del Estado. El gobierno
mexicano no consiente, permite u ordena la desaparición de personas como parte
de una política de Estado. México está comprometido con el respeto irrestricto
de los derechos humanos y con la atención de las causas de la violencia”.
Seguramente por eso fue que alteraron la
escena de los hallazgos de los colectivos de búsqueda en el rancho Izaguirre en
Teuchitlán, Jalisco, al grado de incluso echar cemento sobre aparentes fosas.
Seguramente por eso, policías amenazan y asesinan a madres y padres buscadores,
como sucedió en Poza Rica con Maleno Pérez y con otros cerca de 30 activistas en
otras regiones del país, donde no existe, en los hechos, el Estado y la ley es
la de los criminales.
En el mismo tenor se pronunció la cada día
más vergonzante Comisión Nacional de Derechos Humanos que encabeza Rosario
Piedra, que descalificó al CED de la ONU –que está integrado por expertos
independientes que supervisan la aplicación de la convención y cuya labor se
centra en apoyar a víctimas, organizaciones civiles y autoridades-, atreviéndose
a negar que exista una crisis de desapariciones en México y que éstas sean la
consecuencia de una política del Estado, colocándose sin dudarlo del lado del
gobierno y de los criminales, en lugar del de las víctimas, donde sería su
obligación estar.
Pero la realidad no puede ocultarse. Amnistía
Internacional puntualizó que más de 127 mil personas se encuentran
desaparecidas y no localizadas en México de acuerdo con cifras oficiales; la
gran mayoría, entre 2007 y la actualidad.
“Familiares de personas desaparecidas
usualmente enfrentan graves riesgos, como amenazas, extorsión, problemas de
salud, dificultades económicas, e, incluso, asesinato. Negar la magnitud de
esta crisis es ignorar a las víctimas, deslegitimar la labor de sus familias y
organizaciones que exigen verdad y justicia, y obstaculizar cualquier avance
significativo”, sentenció el organismo de derechos humanos.
¿A las cuántas desapariciones ya será éste un
problema y responsabilidad del Estado mexicano, como sí lo era cuando los que
hoy gobiernan gritaban “¡fue el Estado!”?
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