LA HISTORIA A MODO DE LA “4T”
Fotografía: Presidencia de la República |
Entre los múltiples despropósitos que pueblan
el imaginario del régimen de la pretendida “cuarta transformación”, el de los prejuicios
y clichés históricos, junto con su patrioterismo de kermés, es uno de los más
sobresalientes.
Anclado en las concepciones de la corriente
política del nacionalismo revolucionario -que creó para el PRI a finales de los
años 30 del siglo XX una identidad no solo como el “partido de la Revolución
Mexicana”, sino como la representación misma de lo considerado como símbolo de “lo
mexicano”, a partir de variados reduccionismos que conformaron la llamada “historia
oficial”-, el lopezobradorismo es un revoltijo de esas ideas –que en la década
de los 70 derivaron en el populismo echeverrista y lopezportillista- junto con
las del marxismo entre estalinista, trostkista y maoísta de la vieja izquierda
mexicana.
El nacionalismo enarbolado por la “4t” tiene
su origen en la propuesta elaborada por los intelectuales de los primeros
regímenes revolucionarios, orientada a integrar a las mayorías dentro de un
nuevo marco político y social que legitimara además al grupo en el poder.
Se articuló a través de dos grandes ejes: un
discurso acerca del mestizaje racial, determinado por lo indígena, que fue
presentado como el principal mecanismo de cohesión y de nivelación social; y una
supuesta esencia de “lo mexicano” que amalgamó elementos de la cultura popular
del siglo XIX con una revaloración de la herencia prehispánica. Discursiva
solamente, porque en lo social los pueblos indígenas se mantuvieron en la misma
situación de marginación de siempre.
Aquel nacionalismo exacerbado se construyó
alrededor de la representación de una sociedad unificada en torno del mito
revolucionario, de “los héroes –aceptados por la historia oficial- que nos
dieron patria”, junto con una política de masas basada en el control de las
clases trabajadoras.
Así, la nueva narrativa de “lo mexicano” incluyó
la fabricación de estereotipos folklóricos como el del “charro cantor”, la
música ranchera como representante de la “mexicanidad” –aunque pertenezca solo
al centro y al occidente del país-, la pintura mural mexicana y la valoración
del patrimonio arqueológico como antecedente glorioso de México, que no existía
como país en el momento de esplendor de esas culturas.
Esa simbología y retórica se fueron diluyendo
con los cambios culturales e idiosincráticos de la sociedad mexicana, influida
por corrientes de pensamiento, por modas y estilos de vida que con el avance de
la mundialización de las comunicaciones fueron imposibles de detener, para
pesar de quienes intentaban mantener una pretendida “pureza” en las tradiciones
y rituales de “lo verdaderamente mexicano”.
Ése es el fondo de las ideas que sostienen
esa parte del lopezobradorismo que desde que asumió el poder ha buscado
revisitar la historia nacional para acomodarla a su propio discurso, que como
mencionamos ya, es un amasijo de los estereotipos más conocidos del
nacionalismo revolucionario priista, los dogmas del marxismo ultraestatista, el
cristianismo evangélico tabasqueño, con el aderezo de los afanes del presidente
López Obrador por equipararse con Juárez, Madero, Cárdenas, Hidalgo, Cristo y
para lo que su megalomanía alcance.
Y en sus pretensiosas autoproclamaciones como
un parteaguas en la historia de México –que lo está logrando, pero no precisamente
del modo que quisiera-, la “4t” busca ajustar los principales sucesos del país
a las creencias y prejuicios personales de sus líderes y a simplificaciones que
impiden entender con claridad los fenómenos sociales de las distintas etapas de
la vida nacional.
Es por eso que han incurrido en aberraciones como la promoción del odio hacia la raíz española de los mexicanos, la conveniente omisión del papel protagónico que en la caída del imperio mexica jugaron pueblos como el tlaxcalteca y el totonaco, la negación del esplendor y desarrollo logrados en la época colonial –en la cual fue construido el palacio donde habita el actual mandatario nacional, por cierto- y hasta la conmemoración de acontecimientos fundacionales como la Consumación de la Independencia de México, negando al mismo tiempo todo mérito a quien realmente la hizo posible, Agustín de Iturbide, sobre quien pesa la “condena” histórica de haberse proclamado emperador.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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