MIGRACIÓN Y EL VERDADERO ROSTRO DE LA “4T”
Fotografía: Luis Vargas/Agencia Anadolu |
La crisis migrante que se vive en la frontera
sur de la República Mexicana no tiene precedente… pero en cuanto a la inhumana
y criminal reacción del gobierno federal y sus cuerpos de seguridad.
Las caravanas migrantes que han ingresado a
México por la frontera entre Guatemala y Chiapas han sido brutalmente agredidas
por elementos del Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional. Las
imágenes de los agentes pateando a personas en el suelo, indefensas, más
parecen las de un régimen militar de ultraderecha fascista que la de uno que se
asume, de dientes para afuera claramente, como “progresista” y “defensor” de la
libertad y los derechos humanos.
Llama la atención que a pesar del cambio de
gobierno en los Estados Unidos, la actuación de las autoridades en México se
mantiene igual que cuando era presidente Donald Trump. Las fuerzas de seguridad
mexicanas siguen siendo en los hechos el muro prometido por el ex mandatario a
su base dura de seguidores.
Y si bien es cierto la política migratoria de
la administración de Joe Biden tampoco se ha modificado demasiado respecto de
la de su antecesor –si acaso, solamente es más “light”-, no se sabe de
presiones o amenazas como aquellas a las que tan afecto era el republicano como
para que el gobierno de López Obrador mantenga esa actitud de sumisión frente a
los intereses norteamericanos y de represión contra quienes todavía llama en el
discurso los “hermanos” migrantes.
Nada hay que pueda justificar decisiones
aberrantes como la de separar a niños de sus padres como se ha denunciado está
ocurriendo en la frontera sur. La violación reiterada de derechos humanos
prohijada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador contra los migrantes
dejará sin duda un estigma imborrable sobre lo que significó en realidad el
gobierno de la mal llamada “cuarta transformación”, pues estos hechos incluso
podrían calificar como crímenes de lesa humanidad.
Esa marca vergonzosa no la podrán borrar ni
los millones de pesos que por decisión de López Obrador se han enviado a regímenes
de países como El Salvador, donde gobierna otro populista autoritario que nada
ha hecho con ese dinero para mejorar las condiciones de vida en su nación y por
lo cual, sigue expulsando personas que prefieren exponerse a morir en manos de
un agente policiaco, un “coyote” o la delincuencia organizada al cruzar por
México, que quedarse a morir de hambre o en manos de las pandillas centroamericanas.
Por supuesto, el maltrato y persecución de
los migrantes en territorio mexicano ya ha recibido condenas internacionales
por parte de organismos como la propia Organización de las Naciones Unidas, que
exigió al gobierno de López Obrador “respetar los derechos humanos” de las
personas en tránsito tras los violentos operativos para disolver las caravanas
que, con todo y eso, no cesan en su intento por llegar a Estados Unidos, el
destino final que todos tienen fijado. El mismo que tuvieron los mexicanos que
a día de hoy mantienen a flote al país gracias a las remesas que envían y que
el régimen “presume” como logros propios.
Es por ello que resultan absolutamente
grotescas las justificaciones del régimen en voz de quienes alguna vez fueron
referentes respetados de la defensa de los derechos humanos de los migrantes y
que, con la llegada del lopezobradorismo al poder, se volvieron vulgares
paleros del régimen.
Es sin duda el caso del sacerdote Alejandro Solalinde,
quien dejó en el olvido la causa migrante para justificar lo injustificable con
absurdos tales como que “se está mandando a migrantes y
niños a provocar”, porque según él “Estados Unidos no puede aceptar un
gobierno como el que tenemos” y, en su extravío moral y ético, ahora dice que
detrás de la migración masiva –como la que defendía hace tan solo una década-
hay “mano negra” para “golpear” a López Obrador.
Solo le faltó decir que antes no había
migración y que se “inventó” para “desprestigiar” a la “4t” que, huelga decir,
no necesita ayuda para eso. Su verdadero rostro quedó a la luz.
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