NI OLVIDO NI PERDÓN, SOLAMENTE JUSTICIA
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Fotografía: Cuartoscuro |
La “estrategia” para combatir la violencia a
través de “la paz y la reconciliación” que perfila lo que será el gobierno que a
partir del 1 de diciembre encabezará Andrés Manuel López Obrador, encontró su
primera expresión de abierto disenso por parte de las víctimas.
En Ciudad Juárez, durante el primer foro de
consulta sobre paz y reconciliación, López Obrador reiteró su consigna: “olvido
no, perdón sí”, misma que fue rechazada por familiares de víctimas de la
violencia ahí presentes.
“Sin justicia no hay perdón”, “ni perdón ni
olvido”, fueron las respuestas que le lanzaron a voz en cuello madres de
desaparecidos, de asesinados y desplazados, que prácticamente se colaron al
evento exigiendo ser escuchadas por el virtual Presidente electo de México y
por el gobernador de Chihuahua, el panista Javier Corral, a quien al igual como
sucede con su homólogo de Veracruz, lo acusan de hacer oídos sordos a los
reclamos de las víctimas.
En campaña, López Obrador prometió que antes
de tomar cualquier decisión al respecto, se escucharía la voz de las víctimas.
Pero esta vez espetó: “tenemos que actuar en unidad, pensando que la patria es
primero y estar dispuestos a perdonar. Lo dije en campaña y lo repito ahora,
coincido con los que dicen que no hay que olvidar, pero sí estar a favor del
perdón. Respeto mucho a quienes dicen ‘ni perdón ni olvido’. Yo les digo,
olvido no, perdón sí”.
Planteamientos como el de la amnistía a
delincuentes han generado controversia e incluso repulsa desde que fueron
expuestos de manera ambigua por López Obrador durante su campaña. Y si bien al
matizar la idea se ha afirmado que ésta alcanzaría sólo a quienes no son
acusados de delitos graves –por ejemplo, los campesinos que tienen que escoger
entre sembrar opiáceos o morirse de hambre o a balazos-, la sola posibilidad de
ofrecer el indulto a asesinos sanguinarios genera escozor y rechazo. Y con
absoluta razón.
No puede pedírsele a la madre de un hijo o
hija desaparecido o muerto violentamente que piense que porque “la patria es
primero”, tiene que perdonar a quien le arrebató a su ser querido, provocándole
el más grande dolor de su vida, que no se repara con nada. Lo que merece es que
se haga justicia y se aplique la ley.
Por otra parte, la idea del perdón tiene más
que ver con una cuestión de religiosidad que iría aparejada con el
arrepentimiento del verdugo y la resignación de la víctima. ¿Alguien cree, por
citar un ejemplo, que los asesinos de la periodista Regina Martínez se
arrepienten de haberle quitado la vida y callado su voz? ¿O que los ex
funcionarios duartistas lamentan haberse enriquecido monstruosamente mientras
el estado de Veracruz se iba a pique? ¿Por qué habríamos de resignarnos y
“perdonarlos”? ¿A cuenta de qué se impondría a todos los mexicanos esa visión pseudo
moral que implicaría un “borrón y cuenta nueva”?
Parte del hartazgo que derrumbó al régimen
todavía gobernante se debió, entre diversos factores, a la condena social a un
sistema que promovió la corrupción y la impunidad y que desató la violencia. El
mandato de los ciudadanos el pasado 1 de julio no fue otro que el de hacer justicia.
Sin adjetivos.
No el de perdonar a los criminales que rondan,
soñando con ser deidad.
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Fotografía: Marcela Turati/ Proceso |
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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