LA SONRISA DE DUARTE
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Fotografía: El Universal |
Sin el mínimo decoro, el fracasado gobierno
de Enrique Peña Nieto continúa hundiéndose todavía más –si eso fuera posible-
en el fango hediondo del descrédito.
Aunque corrió como mera versión durante todo
el día el pasado martes, fue hacia la noche, en el momento en que la mayoría de
las redacciones de medios ya habían cerrado edición, cuando la Procuraduría
General de la República confirmó que le abría la puerta al ex gobernador de
Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, para salir de la prisión.
Veintidós meses después de haber librado
orden de aprehensión en su contra y tras un año cuatro meses de haberlo
detenido en Guatemala, en la PGR “se dieron cuenta” repentinamente que no
contaban con pruebas suficientes para imputarle al ex mandatario veracruzano el
delito de delincuencia organizada, por lo que decidieron “reclasificarlo” por
el de asociación delictuosa.
Con esta determinación, le fue retirado a
Duarte de Ochoa el único cargo de los que enfrenta que por su gravedad
ameritaba de oficio la prisión preventiva, dejando ahora a criterio del juez de
control que lleva el caso la decisión de concederle o no la libertad bajo
caución que seguramente será solicitada por la defensa en la próxima audiencia
que tengan.
Se trata de una maniobra escandalosa, quizá
la más ruin y descarada que le hemos visto al gobierno de Peña Nieto para
retorcer la ley y señalarle finalmente el camino de la impunidad a quien fue
uno de sus principales aliados y financieros durante la campaña de 2012, y al
cual había “sacrificado” tras la debacle electoral del PRI de 2016, creyendo
que con eso lograría evitar el derrumbe completo del actual régimen dos años
más tarde.
No le alcanzó a Peña Nieto. Y ahora, al igual
que hizo en el caso de Elba Esther Gordillo, recula y prepara el tinglado para
el último acto de la tragicomedia de Javier Duarte, en el que uno de los
políticos más corruptos y miserables de la historia de México podrá recuperar
su libertad y consumar la más grande burla que se le pueda hacer a los
veracruzanos, gracias a un sistema de “justicia” obscenamente inservible, cuya
corrupción supera los límites del peor de los oprobios.
Ante otro derrumbe, el del que publicitó como
el único “logro” de su gestión, el sucesor de Duarte en el gobierno de
Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, intentó retomar su papel de “justiciero”
y declaró que el ex mandatario no saldrá en libertad, pues se corre el riesgo
de que se dé a la fuga nuevamente. Lo cual sería cierto si no fuera porque,
como resulta más que evidente, ya existe un bien delineado pacto que incluiría acudir
a figuras como la de la prisión domiciliaria que “garantice” que el ex
gobernador no se va a “pelar” otra vez. Y ni falta que le haría ya. Es exactamente
el mismo camino que siguió la hoy exonerada de todo “pecado” Elba Esther
Gordillo.
A Enrique Peña Nieto ya poco le importa el
desprestigio de su administración. Mucho menos, el “paso de su nombre a la
historia”. Su desvergüenza es directamente proporcional a la grotesca impunidad
que está negociando para sí mismo y que pasa por estas decisiones, que lo
pintan de cuerpo entero como lo que es: un político igual de despreciable que
el propio Javier Duarte.
Y por lo visto, Duarte de Ochoa tampoco
tendrá que preocuparse por los gobiernos entrantes, estatal y federal: ya
adelantó el próximo gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, que si lo sueltan,
no habrá nada que él pueda hacer, pues no puede juzgársele dos veces por los
mismos delitos. Como si supiera que, como Elba Esther, también terminará siendo
exonerado.
Al final, confirmamos de quién se burlaba
Javier Duarte con su sonrisa luego de ser aprehendido y extraditado: de todos
nosotros.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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