NARCOCASUALIDADES
Imagen: video difundido en Twitter |
Estamos en el año 2001. Gobierna el panista Vicente
Fox Quesada luego de unas elecciones en las que los ciudadanos salieron en masa
a echar al PRI del poder, luego de más de siete décadas de abusos, fraudes y
corrupción galopante.
Ese año, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el
narcotraficante que fue responsabilizado ocho años antes de la ejecución de un
Cardenal católico en el aeropuerto de Guadalajara, se escapa de una prisión de
mediana seguridad en Jalisco. Aunque la versión oficial narra una fuga de
película, la realidad es que el capo salió por la puerta y por su propio pie,
con la complicidad de las autoridades carcelarias. Pero el gobierno “no tuvo
que ver”.
Sin embargo, en los años siguientes los
cárteles competidores son combatidos y debilitados por ese gobierno, que nunca
da con el delincuente fugado que, a partir de entonces, comienza a construir un
verdadero imperio criminal. “Casualidades”, por supuesto.
Ahora estamos en diciembre de 2006. A
petición del gobernador perredista de Michoacán –quien además es nieto del
“Tata” Cárdenas-, el nuevo gobierno encabezado por el panista Felipe Calderón
Hinojosa lanza al Ejército a combatir a los cárteles del narcotráfico que
mantienen asolada esa entidad. Y de paso, aprovecha la oportunidad para
legitimarse después de unas elecciones controversiales y sucias, extendiendo la
“estrategia” a todo el país.
Durante todo ese sexenio, se libra una guerra
sin cuartel con el crimen organizado que deja miles y miles de muertos en todo
el territorio nacional. Pero aquel narcotraficante que se escapó en 2001 nunca
es detenido. En cambio, sus enemigos son aprehendidos o ajusticiados por el
gobierno, mientras su fortuna aumenta a tal nivel que es incluido entre los
hombres más ricos del planeta por una revista estadounidense especializada en
el tema. “Casualidades”.
En las elecciones de 2012 el PRI, dos
sexenios después, vuelve al poder de la mano del ex gobernador del Estado de
México, Enrique Peña Nieto, un candidato fabricado en los medios de
comunicación y que como presidente se distinguirá por su frivolidad, ignorancia
y proclividad a las corruptelas a cambio de prebendas del gobierno.
Sin embargo, en su sexenio el capo intocable
cae y hasta en dos ocasiones: en febrero de 2014, cuando es detenido por la
Marina en un departamento en Mazatlán. Año y medio después se vuelve a fugar,
esta vez del penal de –hasta ese momento- alta seguridad del Altiplano. Pero
cinco meses después, en enero de 2016, es reaprehendido. Un año más tarde, el
19 de enero de 2017, es extraditado a Estados Unidos donde en 2019 es
sentenciado a cadena perpetua por sus aberrantes delitos.
En ese ínter, otros grupos criminales
comienzan a crecer y a disputar las principales plazas y rutas del tráfico de
drogas en México, “diversificando” su actividad a otros delitos como el
secuestro y la trata de personas. “Casualidades”, claro.
Es 2018. El sempiterno candidato de la
izquierda Andrés Manuel López Obrador –aliado esta vez con la ultraderecha más
rancia y con diversos sectores del priismo más anacrónico-, logra una
contundente victoria electoral que aplasta a sus opositores y le confiere un
enorme poder. Pero apenas toma el mando comienza a hablar de “amnistías” para
delincuentes, de “abrazos” como estrategia de seguridad y de “humanismo” como
argumento para ayudar a obtener visados para los familiares del “Chapo” Guzmán,
los cuales les son negados, por obviedad de razones, por el gobierno de Estados
Unidos.
Mientras la violencia escala en el país
durante el primer año del nuevo sexenio, el 17 de octubre de 2019 el Estado
mexicano sufre una humillación histórica a manos del cártel de Sinaloa al
soltar –por orden gubernamental- a uno de los hijos del “Chapo” que ya había
sido detenido por las fuerzas armadas en un operativo mal ejecutado y peor
dirigido por el propio gobierno, que terminó sometido por los delincuentes.
Cinco meses después, el mismo Presidente de
México es captado en un paraje del municipio de Badiraguato, Sinaloa yendo a
saludar hasta su lujosa camioneta –seguro comprada con el fruto de su honesto
esfuerzo- a la abuela del criminal liberado por el Ejército y madre del
poderoso narcotraficante preso en Estados Unidos. “Ya leí tu carta”, le dice
con gran familiaridad López Obrador a la progenitora de Joaquín Guzmán Loera,
quien en su misiva le pide al mandatario interceder para la repatriación del
responsable de la muerte de miles de mexicanos, a muchas de cuyas familias el titular
del Ejecutivo se negó a escuchar siquiera para “proteger” su investidura.
¿Casualidades?
En realidad, la operación y poder del crimen
organizado en México es impensable sin su colusión con los políticos y los diferentes
gobiernos a lo largo de los años. Antes y ahora. Pero resulta más fácil –y
hasta menos doloroso- hacerse pendejo creyendo en “narcocasualidades”.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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