VICTORIA PÍRRICA
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Fotografía: Samuel Vera Cortés |
Muy apurados por destacar la victoria de
Morena en elecciones de gobernador de Puebla y Baja California, estados en los
que el PAN tenía asentados históricos e importantes bastiones, sus voceros y operadores
eludieron varios datos que no son menores.
En primer lugar, los ínfimos niveles de
participación ciudadana. En Puebla apenas y llegaron a 30 por ciento del padrón
electoral de esa entidad, lo que de suyo le resta legitimidad a quien ocupará
el cargo de gobernador, Luis Miguel Barbosa Huerta, aunque legalmente le
alcance para instalarse en Casa Puebla.
Resulta sintomática la caída en la
convocatoria electoral del pasado domingo. Reflejaría el hartazgo y el rechazo
que entre la sociedad provocan la política y los políticos, del signo
partidista que sean, así como la interminable confrontación social que se
supone debería haber terminado desde julio del año pasado, una vez celebradas
las elecciones presidenciales.
Pero al analizar los números brutos tras los
conteos preliminares de votos, lo que también salta a la vista es que a pesar
de toda la inclemente propaganda con que los gobiernos de la llamada “cuarta
transformación” inundan los espacios públicos, y no obstante el derroche de
dinero en forma de “apoyos sociales directos”, la votación para Morena no fue
la que esperaban.
Comparando la votación obtenida hace un año
en los mismos seis estados en los que hubo comicios este domingo, Morena habría
perdido aproximadamente 65 por ciento de los sufragios recibidos en 2018.
De acuerdo con las cifras presentadas por el
senador suplente de Morena Alejandro Rojas Díaz Durán –quien fue
autoritariamente suspendido de sus derechos como militante por criticar a la
dirigente nacional Yeidckol Polevnsky-, el partido lopezobradorista perdió casi
tres millones de votos en esas entidades federativas en el lapso de un año, al
pasar de cuatro millones 511 mil 536 en 2018 a un millón 567 mil 28 sufragios
en 2019. Un desplome en términos globales que también refleja el estado de
ánimo social y la percepción ciudadana sobre el desempeño del nuevo régimen.
Además, volviendo al caso del estado de
Puebla, Morena ganó la gubernatura gracias a los votos que le aportaron sus
aliados del Partido Verde y el PT. Sin ese porcentaje, la historia muy
probablemente habría sido otra, como sí lo fue en Tamaulipas, Durango y
Aguascalientes, en donde Morena no pintó.
Por supuesto, dirán –y no les faltará razón-
que bajo las reglas electorales mexicanas gana el candidato que obtiene más sufragios
directos de manera individual, y que analizar la votación general resulta
ocioso, pues no es determinante para acceder a los cargos en disputa.
Sin embargo, negarse a ver esos números es
colocarse una venda en los ojos para no aceptar que ni son invencibles, ni la
aprobación popular es lo alta que presumen. Ni de cerca, habría unanimidad.
En el siglo IV antes de Cristo, el general
griego y rey de Epiro, Pirro, obtuvo una épica victoria en una batalla contra
los ejércitos romanos, pero en la que sus milicias perdieron tres mil 500
soldados. La historia recogió el episodio con una frase del militar: “otra
victoria como ésta y estamos perdidos”.
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