LA PRIMERA ELECCIÓN DE LA “4T”
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Fotografía: Cuartoscuro |
Los resultados de las elecciones que se
celebraron en seis estados de la República este domingo confirmaron una
realidad: el peso de la figura de Andrés Manuel López Obrador aún blinda y
protege a los candidatos y gobiernos surgidos de su partido, Morena.
Tal como sucedió hace un año en las
elecciones presidenciales, la idea de que votar por Morena es apoyar a López
Obrador permeó entre buena parte del –poco- electorado que acudió a las urnas
en las entidades en las que se llevaron a cabo comicios para elegir
gobernadores, congresos y ayuntamientos.
Esto fue particularmente claro en los casos
de los estados de Puebla y Baja California. En cualquier otra circunstancia,
habría sido impensable que un candidato tan malo como Miguel Barbosa ganara una
elección de gobernador. Pero para su fortuna –quién sabe si para la de los
poblanos-, el “efecto Peje” todavía lo alcanzó y le permitió obtener una
victoria que ciertamente ya estaba cantada.
Ello, a pesar de que llevamos seis meses de
desatinos, malas decisiones y algunos francos abusos por parte del gobierno de
Andrés Manuel López Obrador, quien no obstante eso, mantiene altos niveles de
popularidad personal que ha sabido trasladar a sus correligionarios desde las
elecciones de 2006, fenómeno que fue determinante también para que su partido
arrasara en los comicios de 2018 y para que se alzara con las dos gubernaturas
en disputa este domingo.
¿Cuánto durará el “efecto Peje”? ¿Hasta
cuándo se reflejará políticamente el desgaste natural que implica gobernar,
aunado al deterioro que el mismo régimen de la llamada “cuarta transformación”
se autoinfringe gracias a su estilo de confrontación con quien no comparte su
visión de país? Sin duda, difícil de pronosticar. Pero es algo que tarde que
temprano sucederá.
Por ello la compulsión del gobierno federal para
sacar dinero de donde sea y a costa de lo que sea –incluso, del sistema de
salud pública- para financiar sus programas sociales-clientelares y entregar
dádivas que no resuelven ningún problema de fondo, pero sí alimentan la imagen
del presidente “benefactor”, “preocupado” y “magnánimo” con el “pueblo” en la
que basa su carisma López Obrador y que explica el éxito político de Morena.
Por esa razón es que vale la pena destacar
otro dato interesante que arrojan las elecciones de este domingo: el modesto
-pero significativo, dada la coyuntura- repunte del PAN en estados como
Aguascalientes, Tamaulipas y Durango, en donde Morena no pudo permear,
rompiendo con la aparente y engañosa unanimidad en torno de un mismo proyecto
de país que busca construir en su discurso y con sus actitudes la “4T”.
El primer ejercicio electoral de la era
lopezobradorista tiene a la vista varias lecturas: a pesar de sus propias
pifias y excesos, el movimiento de Andrés Manuel López Obrador sigue afianzado
popularmente gracias al repudio que persiste a los malos gobiernos que le
antecedieron, mientras que Acción Nacional se reagrupa en algunos de sus
antiguos bastiones, como el Bajío y el norte del país. Aunque en general, la
oposición permanece desarticulada y partidos como el PRI y el PRD están en
camino de volverse completamente intrascendentes e incluso de desaparecer.
La principal lección que deberían dejar estos
comicios es la de la muy baja participación ciudadana que concitaron. Las
propuestas de los partidos no generaron interés en los votantes. Y cuando eso
sucede, las decisiones las toman las estructuras partidistas que cuentan con
mayores recursos para movilizarse.
Eso describe diáfanamente el estado de ánimo
de la sociedad.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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