DIPLOMACIA FRACASADA
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Fotografía: Cuartoscuro |
El diferendo entre los gobiernos de Estados
Unidos y México por el tema migratorio y la amenaza de la imposición de
aranceles a las exportaciones mexicanas ha mostrado la pequeñez de la administración
de Andrés Manuel López Obrador.
La actuación de la diplomacia mexicana en el
“affaire” de los aranceles que Donald Trump amenaza con imponer a México a
partir de este lunes ha sido de vergüenza. Y no nada más por el episodio del
neofuncionario de la Cancillería de la “cuarta transformación” comiendo
cacahuates durante una reunión bilateral oficial.
Desde que el secretario de Relaciones
Exteriores de la “4T”, Marcelo Ebrard Casaubón, se trasladó a Estados Unidos
hace una semana para “atender” la crisis, ha sido sistemáticamente humillado
por el gobierno estadounidense, que lo recibió cuando le dio la gana para
acordar prácticamente nada.
A pesar de que el canciller ha intentado
asegurar que existen avances en las negociaciones, a una semana de que Trump
anunciara la imposición unilateral de aranceles, poniendo en riesgo incluso el
Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la realidad es que hasta
el momento de escribir estas líneas, la noche del jueves 6 de julio, la única
que había cedido en sus posiciones había sido la administración
lopezobradorista, sin que ello haya provocado señal alguna de que su
contraparte norteamericana eche abajo sus amenazas.
La concesión más fuerte del gobierno mexicano
a las exigencias estadounidenses ha sido la de detener, a través del uso de la
fuerza pública, la migración indocumentada centroamericana, que desde los
últimos meses del gobierno de Enrique Peña Nieto creció desmesuradamente y a la
que el presidente López Obrador había ofrecido visas de trabajo y “brazos
abiertos” para internarse en territorio mexicano.
Este mismo jueves, la secretaria de
Gobernación Olga Sánchez Cordero anunció que la Guardia Nacional se desplegará por
las fronteras norte y sur de México con el objetivo de frenar el paso de
migrantes indocumentados, que ya han comenzado a ser detenidos masivamente por
elementos del Instituto Nacional de Migración.
Sin embargo, el problema está lejos de
solucionarse con esa medida. La administración Trump continuará añadiendo
exigencias con las cuales doblegar a México, pues su intencionalidad es
política: el presidente de Estados Unidos está en campaña rumbo a su reelección
y golpear a nuestro país con el tema migratorio le suma puntos entre su base de
votantes más radical y racista, y hasta entre muchos latinos trasnochados que
preferirían olvidarse de sus raíces con tal de proteger su particular beneficio
económico.
Lo peor de todo es que el peor lastre para la
política exterior mexicana es el propio presidente López Obrador, quien en lugar
de adoptar una postura de estadista y defender a México en una reunión
internacional –la del G20- a la que se niega a ir por quién sabe qué complejos,
prefiere convocar a un mitin político en la ciudad de Tijuana este fin de
semana para “demostrar” que existe “unidad nacional”. Como si eso le importara
un pepino a Trump y a los estadounidenses.
Y lo más grave es que esto es solo el
principio de lo que viene. Aunque finalmente Trump no impusiese los aranceles
la semana entrante -porque en realidad, también afectaría la economía
estadounidense-, continuará usando a México como “sparring” previo a las
elecciones que se celebrarán hasta noviembre de 2020.
Mientras, en México el gobierno mete la
cabeza en la tierra.
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Fotografía: Twitter de Graciela Márquez Colín |
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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