NUESTRA MISERIA COMO SOCIEDAD
Fotografía: AP |
El
éxodo migrante que tocó este fin de semana la frontera entre Guatemala y México
sacó a relucir la verdadera cara de muchos estratos de la sociedad mexicana y
de su gobierno. Y hay que decirlo, no es en absoluto el rostro amable, compasivo
y empático con que suele retratarnos el “marketing”.
Expresiones
abiertamente xenófobas, clasistas y racistas inundaron las “benditas redes
sociales”, que desnudaron las fobias, prejuicios, ignorancia y
descontextualización en la que viven miles de “buenas conciencias”. De ésas que
un día marchan “en favor de la vida” mientras al mismo tiempo exigen desde sus
teléfonos móviles que se detenga la supuesta “invasión” de centroamericanos a
México.
En
tono perdonavidas, algunos hasta les echan en cara a los migrantes hondureños y
salvadoreños haberse “independizado” de nuestro país ¡hace dos siglos! “¿Para
qué se van? ¡Ahora que se chinguen y se regresen por donde vinieron!”, escupen
con odio esos “mexicanos decentes” desde la comodidad de sus ordenadores
fabricados en el extranjero. Por supuesto, en países “civilizados”, no
tercermundistas.
La
migración no es un fenómeno desconocido y mucho menos nuevo en nuestro país. Como
prácticamente en todas las naciones de occidente, e incluso del oriente y
oriente medio, nuestra población es fundamentalmente mestiza, producto de la
mezcla cultural que nace de los movimientos territoriales de personas. Quien hable
de razas puras es un ignorante contumaz.
No
hay en la historia de la humanidad migraciones masivas voluntarias. Todas
responden a situaciones de conflicto, como la pobreza, la violencia, el hambre.
Nadie lo deja todo atrás y se aventura a riesgos inimaginables que pueden
costarle la vida por el simple gusto de hacerlo. Menos, cargando consigo a
menores de edad. A sus propios hijos.
Fotografía: AFP |
Lo
que está sucediendo en estos momentos más allá de la frontera sur de México es
resultado del fracaso de modelos políticos y sociales retardatarios,
autoritarios y violentos –algunos, impuestos por Estados Unidos; otros,
anclados en el más rancio estalinismo- que han terminado por depauperar por
completo a varias naciones centroamericanas, donde las únicas opciones que les
han dejado a sus habitantes son escoger entre morir asesinados o de hambre, o
bien salir huyendo en busca de por lo menos sobrevivir.
Ni
siquiera México es ajeno al fenómeno de expulsión de personas. Nuestro país
recibirá en 2018 un aproximado de 33 mil millones de dólares por concepto de
remesas ¡enviadas por los migrantes, en su mayoría indocumentados, desde los
Estados Unidos! Dinero sin el cual, sin exagerar, hace mucho que la economía
nacional habría colapsado.
La
doble moral y la hipocresía de quienes se benefician de una u otra manera con
estos recursos pero exigen echar a los migrantes centroamericanos es vomitiva.
Ni hablar de quienes hoy gritan consignas cuasi-nazis, pero ayer se condolían
por los niños sirios –que migraban hacia Europa- ahogados en el mar. Es que el
tono de su piel no era (tan) morena.
Sin
duda, existen mecanismos legales para dar cabida a la migración que deben
activarse para evitar un problema social mayor. Pero la represión del gobierno
mexicano a la caravana migrante en la frontera sur del viernes pasado fue un
acto abominable. Uno más de los que marcarán el derrotero histórico de una
administración abyecta como la de Enrique Peña Nieto, que decidió aceptar
convertirse en el cancerbero rabioso de Estados Unidos, como lo advirtió el
propio presidente Donald Trump al ufanarse de que el gobierno de México
demostró que “respeta el liderazgo” de ese país. Aunque la verdad es que no se
respeta ni a sí mismo.
Ninguna
represión, ni siquiera la más sangrienta, ha detenido nunca los flujos
migratorios en el mundo. Ésta no será la excepción. Si los migrantes
centroamericanos decidieron huir de sus países sin nada, cruzar la frontera con
México y adentrarse en un territorio donde les espera más violencia,
discriminación, acechanza del crimen organizado y a muchos de ellos la muerte
con tal de abrazar el sueño de una mejor vida, créalo: no habrá nada que los
detenga.
En
México, por lo pronto, nos quedamos sin autoridad moral para reclamar nada. El
pequeño fascista que llevamos dentro desnudó nuestra miseria como sociedad.
Fotografía: Reuters |
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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