SIMULADORES Y TRAIDORES
Durante la campaña presidencial del año 2006,
el entonces presidente Vicente Fox Quesada se inmiscuyó abiertamente en el
proceso electoral para buscar evitar a como diese lugar que el abanderado del
PRD, Andrés Manuel López Obrador, ganase las elecciones y llegara a la
Presidencia de la República.
Abiertamente, Fox ocupaba sus apariciones
públicas para lanzar consignas, más en contra de López Obrador que en favor del
abanderado de su partido, Felipe Calderón, a quien tuvo que apoyar muy a su
pesar, pues nunca fue su candidato al interior del PAN.
La injerencia de Fox en el proceso fue
descarada desde antes incluso de la campaña, cuando el proceso de desafuero de
López Obrador como jefe de Gobierno de la Ciudad de México –por cierto, por un
desacato a una orden judicial, lo que desde entonces pintaba el talante
autoritario y el desprecio por la legalidad del actual presidente-, del cual se
tuvo que terminar echando para atrás porque, desde entonces, el tabasqueño mostró
su gran habilidad para la victimización.
Así que Fox optó por provocarlo durante el
periodo de proselitismo, llamando a “no cambiar de caballo a mitad del río”, en
alusión al cambio de régimen que, entonces y al igual que ahora, fue una brutal
decepción.
López Obrador cayó en la trampa de las
provocaciones de Fox y en un mitin, pronunció aquella frase que terminaría
sirviendo de “gancho” para la campaña negra que el equipo de Felipe Calderón
lanzó en su contra y que desapareció la ventaja que en un principio llevaba y
parecía irremontable: “cállate chachalaca”.
Gracias a ese exabrupto, se colocó en medios
la campaña de contraste “Un peligro para México”, que pintaba al candidato de
la izquierda como un personaje intolerante, resentido, enemigo de la libertad
de expresión y violento. Quién diría que 12 años después, ya como presidente, el
propio López Obrador se encargaría de demostrar que todo eso era cierto.
El resultado de aquella campaña es conocido.
Calderón remontó la ventaja con la que arrancó López Obrador gracias a la
propaganda negra y se alzó con la victoria, en sus propias palabras, “haiga
sido como haiga sido”, naciendo el mito del fraude que llevó, entre otras
cosas, a que en los siguientes sexenios se endureciera la legislación electoral
para evitar lo que a juicio del lopezobradorismo fue una “guerra sucia”.
Así, en las sucesivas reformas
constitucionales se introdujeron prohibiciones para la propaganda negra y especialmente
para la participación activa de funcionarios públicos en las campañas
proselitistas, pues ello significaba un desequilibrio y una inequidad al
disponer éstos de recursos públicos para sus actividades.
También se establecieron las llamadas “vedas
electorales”, periodos en los que se obliga a los tres niveles de gobierno y a
sus funcionarios a suspender toda promoción de la obra pública y se les impide pronunciarse
sobre cualquier tema político-partidista-electoral.
Todas estas restricciones –que todos los
actores políticos buscaron siempre la manera de evadir y saltarse- fueron
legisladas en su mayoría a iniciativa del lopezobradorismo, que hoy que está en
el poder, decidió que ya no le gustan, que le estorban, pues lo suyo es gobernar
sin contrapeso alguno. Incluido el que supone el respeto a la legalidad.
Este jueves, Morena y sus abyectos aliados
del PT y el Partido Verde aprobaron en la Cámara de Diputados un decreto para
violar la Constitución –porque las prohibiciones en la Carta Magna ahí siguen-,
en el que “interpretan” los alcances de las leyes para acomodarlas a sus
intereses políticos.
Comentarios
Publicar un comentario