NI FONDEN NI RECURSOS PARA EMERGENCIAS
Fotografía: especial |
Las políticas “austericidas” de los gobiernos
de Morena, que implican dejar de canalizar recursos para cualquier cosa que no
sea su infame clientelismo político y las odas a la megalomanía –y los
negociazos de sus “cuates”- del presidente López Obrador, han tocado extremos
intolerables que ponen en serio riesgo la salud, la integridad y la vida de la
población vulnerable, en la cual no consideran que sea buena idea “gastar”.
La sistemática negativa del régimen de la mal
llamada “cuarta transformación” a vacunar a menores de edad, a aplicar
refuerzos de inmunización a quienes se les inyectaron fármacos de dudosa
calidad y eficacia como a los maestros, y el andar mendigando por el mundo
vacunas regaladas, tiene una sola y muy miserable razón: el gobierno no quiere
gastar en eso.
Esa misma lógica es la que ha provocado el
desabasto de medicamentos como los oncológicos, denunciado desde antes que
comenzara la pandemia. No hay medicinas porque el gobierno se niega a pagar su
precio y pretende establecer sus propias “tarifas”. El resultado es obvio: las
farmacéuticas se las venden a otros, que no escatiman ni regatean con la salud
de sus conciudadanos.
Es por eso mismo que ha tenido que ser a
punta de amparos como desde el Poder Judicial de la Federación se ha obligado a
estos políticos supuestamente “progresistas”, con “visión social” y de
“izquierda”, a simplemente cumplir con una de las principales responsabilidades
del servicio público, que es la de velar por la salud y la vida de las personas
de cuyos impuestos cobran sus salarios.
Así como con la salud, el lopezobradorismo
gobernante ha dejado de gastar en educación, desarrollo tecnológico, cultura,
investigación científica –a la cual, además, acosa y persigue-, infraestructura
y varias áreas y rubros más. Todo el dinero está concentrado en sus programas
sociales asistencialistas, en el tren ecocida que elevará la plusvalía de
ciertas propiedades en Palenque, Chiapas, en un aeropuerto al que no viajará
ninguna aerolínea internacional seria y en la refinería que será completamente
obsoleta en el transcurso de la próxima década.
Otra de las cosas en las que el gobierno de
la República ha decidido dejar de invertir los recursos necesarios es en la
atención de la población afectada por los fenómenos naturales, a los que el
país está expuesto por su ubicación geográfica y geológica y que, por eso
mismo, son recurrentes, más no necesariamente predecibles.
Bajo el pretexto de que en el pasado había
corrupción en su manejo –algo que fácilmente podrían haber corregido dejando de
cometerla-, el gobierno federal y su partido desaparecieron el Fondo de
Desastres Naturales (Fonden), cuyos cuantiosos recursos –y con todo y que
efectivamente les “metían la uña” inmisericordemente anteriores
administraciones de todos los niveles- alcanzaban para dar atención inmediata a
la población damnificada por fenómenos climatológicos y geológicos, así como
para reconstruir lo destruido por huracanes, sismos, lluvias torrenciales, incendios,
etc.
La “4t” desapareció el Fonden, se quedó con los
miles de millones de pesos con los que funcionaba y ahora, cuando hay algún
desastre, destina a las zonas afectadas los recursos que quiere, sin criterios
bien definidos ni claros para su entrega y sin que realmente sirvan para
resolver nada. Son meros paliativos, “mejoralitos” para atender un derrame
cerebral, si se permite la analogía.
Ésa fue la razón por la que hace poco más de
una semana el presidente recibió airados reclamos durante sus visitas a zonas
afectadas por el huracán “Grace” en Veracruz y Puebla: los verdaderos
damnificados no fueron quienes recibieron los de por sí insuficientes apoyos
gubernamentales. Hubo pillaje y tráfico de influencias. El mecanismo
“sustituto” del Fonden fue un fracaso. Así siguen. Y por lo visto, así
seguirán.
Pero la pichicatería del gobierno que jura
que se debe por completo al “pueblo” está alcanzando un nivel increíble, pues
ante un fenómeno natural ya ni siquiera quieren hacer declaratorias de
emergencia, porque también eso implica destinar recursos para la atención de
los afectados.
Es lo que sucedió con los municipios de la
región de Los Tuxtlas y la Cuenca del Papaloapan que este fin de semana sufrieron
inundaciones severas por las tremendas lluvias que los azotaron y que dejaron
sin nada a cientos de personas, cuyo patrimonio quedó flotando en las aguas
estancadas, como fue el caso en Lerdo de Tejada y Saltabarranca, en la zona sur
de Veracruz.
Pues a pesar de eso, el Comité Estatal de
Emergencias –que encabeza el gobernador Cuitláhuac García Jiménez- “decidió” no
solicitar la Declaratoria del Programa de Atención de Emergencias de la
Federación, ya que en palabras de la secretaria de Protección Civil estatal,
Guadalupe Osorno Maldonado, “Veracruz tiene la capacidad de auxiliar a los casi
29 mil habitantes que sufrieron el impacto de este fenómeno”.
Si con la declaratoria de emergencia la
respuesta a los damnificados por “Grace” en el norte de la entidad ha sido en
sí misma y por derecho propio un desastre, ¿sabe lo que va a suceder con el
gobierno estatal usando sus propios recursos para atender ésta y otras
contingencias?
Si ni siquiera fueron capaces de suspender su
paseo por el río Papaloapan para ir a ver qué necesitaba la población que dicen
que gobiernan.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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