CRISIS POLÍTICA EN VERACRUZ
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Fotografía: archivo |
En medio de la parálisis del Gobierno de
Veracruz, que literalmente no ata ni desata nada en el estado porque lo único
que ocupa su atención es la obsesión por destituir al fiscal Jorge Winckler
Ortiz, la rumorología ha tomado un importante espacio en la discusión pública a
falta de resultado alguno en la administración de la entidad.
Luego de que el columnista Alejandro Aguirre
publicara que está “listo” el relevo del gobernador Cuitláhuac García Jiménez,
una ola de especulaciones inundó los espacios de intercambio político, públicos
y privados, augurando que éste abandonaría el cargo antes del plazo de dos años
que establece la Constitución local para nombrar a un sustituto sin la obligación
de convocar a nuevas elecciones.
Aun cuando no faltó quien señalase que Morena
cuenta con mayoría en el Congreso del Estado para modificar la Constitución y
retirar el ordenamiento de convocar a elecciones ante ausencia definitiva del
gobernador antes de cumplir dos años de mandato, tal supuesto es completamente inviable
políticamente. Más aún, en un momento en que en Veracruz el partido gobernante
no las trae todas consigo y su relación con la oposición es pésima.
Si Cuitláhuac García se va –afirman en la
contraparte-, será hasta una vez que cumpla los dos años de gestión, para que
sea el Congreso local el que dé curso al nombramiento de un sustituto que
concluiría el periodo constitucional por los cuatro años siguientes.
La pregunta que inevitablemente surge es:
¿por qué se da por hecho que, más tarde que temprano, Cuitláhuac García Jiménez
dejará la gubernatura para asumir algún premio de consolación en el gabinete
federal?
Como se señaló al principio de este texto, en
Veracruz pareciera que no hay gobierno. A pesar de la intención que dicen sí
tiene el mandatario morenista por hacer algo bueno por el estado, su
administración luce pasmada, presa de su propia inexperiencia e incompetencia y,
sobre todo y demasiado pronto, involucrada en acusaciones por presuntos actos
de corrupción, como la adquisición/arrendamiento millonario de patrullas vía
asignación directa, que dejó más dudas que certezas sobre la probidad del
régimen de la “4T” en la entidad.
Además, el propio Cuitláhuac García es rehén
de una infinidad de compromisos, propios y ajenos, que lo mantienen atado de
manos y, lo que es peor, han convertido a las dependencias estatales en vulgares
cotos de poder.
Por ejemplo, como el de la titular de la
Secretaría de Energía federal, Rocío Nahle, a quien responden –en lugar de al
gobernador- en secretarías como la de Salud; o del “superdelegado” Manuel
Huerta Ladrón de Guevara, quien no pierde oportunidad de lanzarle puyazos a
Cuitláhuac García mientras se sirve con la cuchara grande de los programas
sociales. Y hasta de allegados del propio García Jiménez, como el subsecretario
de Finanzas y Administración Eleazar Guerrero, el “poder tras el trono” y su
pariente en línea directa; o la diputada federal Dorheny García Cayetano, quien
colocó al frente de la Secretaría de Infraestructura y Obras Pública a su
cuñado Elio Hernández Gutiérrez.
A todo este desorden, hay que agregar el
clima de enorme inseguridad que priva en Veracruz y que ha obligado al presidente
Andrés Manuel López Obrador a visitar reiteradamente el estado para darle múltiples
“espaldarazos” a un gobernador que se encuentra entre los peor evaluados del
país.
Por último, pero no menos importante, el caso del secretario de
Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, quien en lugar de procurar la
gobernabilidad del estado se ha vuelto un auténtico “chivo en cristalería”, y en
su enfermiza “cruzada” por destituir al fiscal general del estado ahora hasta
contra la prensa arremetió, al afirmar que “éste va a ser un
parteaguas para saber quiénes quieren el bien para Veracruz (...) Y eso va para
todos los veracruzanos, incluidos los periodistas”.
¿Cómo no va a haber crisis política en
Veracruz con un gobierno así?
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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