LA TRAGICOMEDIA DE LOS MEDIOS PÚBLICOS
Muy temprano, en sus albores, el régimen de
llamada “cuarta transformación” pretendió, a través de una reforma a la Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal, someter a los medios públicos al
control directo de la Secretaría de Gobernación.
Ello, bajo el pretexto de crear un sistema
“como el de la BBC de Londres”, embuste que escondía simple y llanamente la
intención de controlar rígidamente los contenidos que a través de los medios
públicos se difunden.
Esta intentona recibió el repudio de diversas
organizaciones civiles, académicas y ciudadanas, que la calificaron como una
medida claramente autoritaria y que suponía una regresión democrática, ya que
se corría el riesgo de que solo se transmitiera “la visión y políticas del
gobierno federal, en contraste con la diversidad y anhelos democráticos de la
sociedad mexicana”, como estableció en su posicionamiento la Asociación
Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC).
Además, esta medida atentaba contra los
principios de independencia editorial, autonomía, respeto a la diversidad
ideológica, étnica y cultural, inclusión, participación ciudadana, pluralidad
de contenidos, transparencia y rendición de cuentas que deben distinguir a los
medios públicos y que forman parte de las mejores prácticas de la radiodifusión
pública a nivel internacional.
A final, la reforma a la fracción VIII
del artículo 27 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal no
fue ratificada en la Cámara de Senadores. Pero desde entonces resultaba obvio
que el régimen, cuyos rasgos autoritarios eran cada vez menos ocultos, no iba a
darse por vencido ni a claudicar en su decisión de controlar a los medios
públicos.
Y
decidieron entonces colonizarlos vía el nombramiento de incondicionales en los
órganos reguladores y en los propios medios del Estado. De esta forma,
comunicadores con más visos de propagandistas que de periodistas fueron
nombrados en puestos clave, como es el caso del ex reportero de Proceso Jenaro
Villamil, quien fue designado al frente del Sistema Público de Radiodifusión; o
el de Sanjuana Martínez, colocada al frente de Notimex, la agencia de noticias
del gobierno mexicano.
El
desempeño de ambos ha dado razón a los resquemores sobre sus respectivos nombramientos:
Villamil se dedica a hacer activismo pro-lopezobradorista en sus redes
sociales; mientras que lo más destacado hasta ahora de la gestión de Sanjuana
Martínez en Notimex ha sido el despido de sus corresponsales, sus quejas porque
Artículo 19 no pidió al Estado defender a la agencia de noticias del Estado de
las críticas en Twitter, y lo más grotesco: la descarada promoción de una
canción grabada por la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller –quien
no ocupa ningún cargo formal en el gobierno-, usando para ello recursos
públicos.
La
estrategia para controlar a los medios públicos ha escalado a la producción de
contenidos en las televisoras estatales, los canales 22 y 11, que precisamente
en estos días han estrenado programación que, en los hechos, representa la
vulgarización de emisoras que más allá de los diferentes gobiernos por los que
han transitado, siempre mantuvieron estándares de calidad, mismos que ahora
serán sustituidos por la propaganda.
Por
ejemplo, el canal 22 presentó el programa “El Chamuco TV” –que ya se
transmitía, pero con mucho menos recursos, en TV UNAM-, en el que entre otros
caricaturistas participa Rafael Barajas, mejor conocido como “El Fisgón”, quien
también es director del Instituto de Formación Política de Morena. Ni siquiera
hay que explicar el sesgo doctrinario de esa emisión.
Por
su parte, el canal 11 lanzó este fin de semana el programa “John & Sabina”,
conducido por uno de los principales “camorristas” y promotores
propagandísticos de Morena, John Ackerman –esposo además de la secretaria de la
Función Público, Irma Sandoval-, y por la escritora Sabina Berman, quien hasta parecería
que se “ganó” su lugar luego de sostener una agria discusión en redes con el
historiador Enrique Krauze por la autoría de la publicación de una anécdota más
bien pueril. Y para que no queden dudas de la “independencia editorial” de la
emisión, su primera invitada fue ni más ni menos que la secretaria de
Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
Otros
programas que “engalanarán” la programación de canales que antes eran
culturales son el que lleva el muy “original” nombre de “Me canso ganso”, con
Fernando Rivera Calderón en canal 22; y “La maroma estelar”, conducido por el
comediante y standupero Carlos Ballarta y una de las “nuevas voces” de la “4T”,
el muy recientemente metido a editorialista Hernán Gómez Bruera, quien jura ser
un académico con “independencia” de criterio. Que su “criterio” siempre coincida
con el de Andrés Manuel López Obrador, es un mero “detalle”.
Vale
la pena hacer notar que la mayoría de estos programas son de comedia, lo cual
no es para nada una casualidad, sino parte de una estrategia para lograr
impactar en las audiencias de manera más sencilla.
A
diferencia de aquellas carpas y teatros de revista que representaron en su
momento oasis de libertad de expresión y crítica política en un México
gobernado por un régimen autoritario y represor, los medios públicos en tiempos
de la “cuarta transformación” están siendo reducidos a tristes circos de focas
amaestradas.
Y
si no, ya saben qué es lo que pasa.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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