UN FALSO MURO
![]() |
Caricatura: Rictus |
De unos años a la fecha, la polarización
social creada por las diferencias políticas y las confrontaciones partidistas
por el poder han dañado severamente la convivencia entre los mexicanos.
Neologismos con ánimo peyorativo como
“chairo” o “prianista” se han incorporado no solo a la jerga del debate
político, sino que han invadido el espacio de lo privado, el de las
conversaciones diarias, en persona o a través de las redes sociales, siendo estas
últimas el espacio donde se ha potenciado la agresividad y se ha construido un
discurso de violencia verbal cuyo objetivo es descalificar a quien piensa
diferente en cualquier sentido, al grado de buscar evitar que exprese con
libertad sus puntos de vista.
A esta “moda” se ha sumado la recuperación de
términos en desuso, como “fifí”, y especialmente la separación maniquea de la
sociedad entre “conservadores” y (supuestos) “liberales”, como sinónimos de
“malo” y “bueno”, de “corrupto” y “honesto”, de “aceptable” y “deleznable”.
¿De verdad la sociedad mexicana en su
conjunto se ve de esta manera? Más allá de la guerra de suciedad que se libra
en las redes sociales, ¿los mexicanos nos creemos esta división que se nos
impone desde la coyuntura de los intereses políticos? ¿Que por apoyar un
político o a otro, a un partido o a otro, a una idea o a la que se le
contrapone, se es mejor o peor persona?
Los políticos apuestan a que sí lo creamos. Por
eso todos los días nos machacan con la misma cantaleta de la confrontación, de
la ridiculización del otro, de la búsqueda de enemigos y, en medio de sus
conflictos y de su lucha por acceder o mantener el poder, incitan a la
población a adoptar como suyas guerras que no le corresponden, que las más de
las veces no le implican beneficio real alguno, pero que sí fracturan sus
relaciones con amigos, vecinos, compañeros y hasta con sus mismos familiares.
Que si marchabas contra el anterior gobierno
federal eras un “chairo huevón” o un “pejezombie”; que si protestas contra el actual
eres “fifí”, “conservador” y “corrupto”. La banalización de la manera como nos
referimos a las causas que cada quien defiende por las razones que sean, nos
deja en estado de indefensión como comunidad ante una clase política que
mientras en público se ataca con todo, en privado llega a acuerdos inconfesables
que, por supuesto, ni de broma le dan a conocer a sus simpatizantes, que juran
que sus “líderes” sí son “honestos” o tienen las verdaderas “soluciones” a los
problemas. Sin importar en qué esquina de cualquiera de las posturas partidistas
se ubiquen. Hay los que incluso, las recorren todas, una por una.
Esta caricaturización de la sociedad está
llegando al extremo de intentar segregarla, de manera por demás racista, entre personas
de piel morena y blanca. Y si bien en México siempre ha existido el racismo,
nunca se llegó a extremos como los de países como los Estados Unidos. Nunca ha
sido ese discurso una pieza fundamental de nuestra concepción como nación, si
bien ello no ha impedido tampoco una injustificable exclusión de los pueblos
indígenas del desarrollo. Condición que tampoco se va revertir, dicho sea de
paso, pidiendo a gobiernos extranjeros que pidan disculpas por hechos del
pasado, sin atender justamente el presente.
En México se levanta un falso muro, en el que
se intenta negar la legitimidad de la pluralidad de pensamiento y cuyos
cimientos son resentimientos y odios particulares, promovidos por una casta
política en la que, en realidad, todos son lo mismo. Aunque nos quieran hacer
creer lo contrario.
Allá quien se las compre.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
Comentarios
Publicar un comentario