SON IGUALES
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Fotografías: archivo |
Si hay algo que puede enfurecer profundamente
al todavía gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, es que lo
comparen con sus antecesores Fidel Herrera Beltrán y, especialmente, Javier
Duarte de Ochoa.
Sin embargo, durante el poco más de año y
medio que lleva su administración -y por lo visto así se mantendrá hasta el
final-, su actuación al frente del Poder Ejecutivo del Estado ha sido
prácticamente idéntica a la de sus predecesores. Particularmente en los
aspectos negativos.
Desde el mismo día que asumió el gobierno,
dejó en claro que sería un gobernante autoritario y así se comportó todo el
tiempo. Hizo pedazos la división de poderes, colocando incondicionales en el
Judicial y comprando conciencias –y votos- en el Legislativo. Maniató a los
organismos que, autónomos en el papel, terminaron, como la Fiscalía General del
Estado, convertidos en ridículas comparsas, con el agravante de que hasta el
día de hoy siguen siendo usados como armas en contra de sus adversarios y sus
críticos.
La transparencia tampoco fue una práctica de
este gobierno. La incautación de bienes muebles e inmuebles en posesión de ex
funcionarios duartistas, que ha sido una de sus banderas políticas y
propagandísticas estos dos años, se hizo con absoluta discrecionalidad y
opacidad, mientras que su uso y destino se mantiene en esos mismos términos.
Igual que con la deuda contraída desde que comenzó el bienio y la
reestructuración de la que se arrastraba.
Otro de sus “logros”, la detención y
encarcelamiento de ex funcionarios de la pasada administración, no fue sino una
pantomima de justicia, pues se aplicó la ley a conveniencia, actuando
judicialmente sólo contra algunos duartistas y pactando impunidad con muchos
otros, la mayoría, a cambio de recursos e información.
La austeridad pregonada por el régimen de
Miguel Ángel Yunes Linares también es un espejismo. En la fracasada campaña de
su hijo por la gubernatura se registró un descomunal derroche de recursos,
tanto financieros como humanos, del gobierno estatal, que seguramente saldrá a
relucir cuando se revisen las cuentas públicas de 2017 y, sobre todo, la de
2018.
Y ésa es precisamente la clave de la
obstinación por imponer el nombramiento de más incondicionales de este régimen en
organismos como la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción y en el
Instituto Veracruzano de Acceso a la Información y Protección de Datos
Personales: intentar amarrarle las manos a la administración estatal que
entrará en funciones el próximo 1 de diciembre y cubrirse las espaldas ante
eventuales investigaciones y llamados a rendir cuentas. Exactamente de la misma
manera como buscó hacerlo Javier Duarte hace dos años, quien fracasó en su
intento sólo por la intervención del Gobierno Federal, que ya lo había
desahuciado políticamente.
Yunes Linares detesta la inevitable
comparación de sus actos con los de Duarte de Ochoa, y así lo expresó durante
el noticiero de Denise Maerker en Radio Fórmula este jueves. “No soy Duarte”,
le reclamó el gobernador a la periodista, arguyendo supuestas diferencias entre
la situación que privaba hace dos años con la actual.
Pero son iguales. Por eso ambos perdieron.
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Fotografía: Gobierno del Estado de Veracruz |
Asueto
La Rúbrica y su autor tomarán un breve
descanso la semana entrante, para regresar a su publicación el martes 7 de
agosto. A sus lectores y editores, muchas gracias.
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