LOS DESPOJOS DEL 1 DE JULIO
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Fotografía: Alberto Roa/ Cuartoscuro |
La aplastante derrota de los partidos que tradicionalmente
controlaron la esfera pública y política en México los últimos decenios tendría
que obligarlos a reinventarse si es que pretenden no desaparecer dentro de tres
años.
El PAN, pero sobre todo el PRI y el PRD
fueron prácticamente borrados de los espacios de representación pública en el
país. Éste último, junto con partidos parasitarios como el PVEM, Nueva Alianza,
Movimiento Ciudadano y Encuentro Social, incluso está a un paso de perder
oficialmente el registro, lo cual se determinará una vez que sean desahogadas
las impugnaciones a la elección del pasado 1 de julio.
Pero parece que siguen en un aparente estado
de pasmo y que no se han dado cuenta de su verdadera situación: un electorado
que harto de años y años de abusos, corruptelas y vejaciones, decidió
concentrar todo el poder en una sola opción política y colocar a las demás en
una situación de marginalidad de la que no podrán salir si no hacen algo
radicalmente opuesto a su actuación de los tiempos recientes.
Empero, en esos partidos están más
preocupados por disputarse los despojos que dejó el 1 de julio que por
realmente hacer un ejercicio de autocrítica sobre las razones que los llevaron
a la catástrofe que hoy viven.
En Acción Nacional, el cobro de facturas
entre los grupos antagónicos que fracturaron al blanquiazul en la pelea por la
candidatura presidencial amenaza con una escisión todavía mayor. Los anayistas
buscan terminar de echar del PAN a los calderonistas, que ya cocinan un plan B:
fundar otro partido, cuya consecuencia será reducirse aún más ante la nueva
hegemonía política del país, la del lopezobradorismo.
A nivel estatal el descalabro es todavía más
fuerte. El panismo yunista no termina de digerir la derrota ante Morena y para
garantizarse protección e impunidad, pretende hacer lo mismo que hace dos años
intentó el duartismo: colocar alfiles en los órganos de procuración e impartición
de justicia que les cuiden las espaldas a los que se van, a riesgo de enturbiar
la transición gubernamental y de que, una vez concretado el cambio de estafeta
en los poderes Ejecutivo y Legislativo estatal, la reacción contra ese grupo
sea todavía más virulenta.
A ello hay que añadir que en el panismo
veracruzano también hay un reacomodo nada terso de sus grupos en pos de su
control. La facción que encabezan José de Jesús Mancha y Julen Rementería -que ha
usufructuado la dirigencia de ese partido desde hace por los menos 15 años- se
aferra con uñas y dientes a su hoy reducido coto de poder, mientras que los
yunistas -a quienes les abrieron la puerta luego de su salida del PRI- se han
determinado a tomar por asalto al blanquiazul, ya sea a través del mismo Miguel
Ángel Yunes Márquez o de alguno de sus personeros, a fin de sobrevivir
políticamente los años que vienen, sin la engorrosa necesidad de acordar más
con lo que queda del viejo panismo, que por su parte pide una renovación total
de sus órganos de dirección.
En el PRI la situación es similar. A nivel
nacional, luego de la renuncia de René Juárez a la dirigencia, los
supervivientes del naufragio, como los ex gobernadores Ulises Ruiz e Ivonne
Ortega, así como el ex secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong y el
propio Manlio Fabio Beltrones, se aprestan a pelear por el cascarón de un
partido que sigue en manos de una reducida mafia, en la que el ex presidente
Carlos Salinas de Gortari mantiene un peso innegable.
En Veracruz, la orfandad priista no podría
ser mayor. Con un José Yunes Zorrilla aislado por decisión propia, el senador
Héctor Yunes Landa se abalanza sobre el tricolor con el objetivo de
apropiárselo y junto con su asociación política, Alianza Generacional -a la que
nutre desde la militancia priista para convertirla en partido-, construir una
hipotética nueva candidatura a la gubernatura dentro de seis años.
En el PRD, se darán por bien servidos si no
pierden el registro una vez que sean desahogadas las impugnaciones de la elección.
Pero aún si sobrevive, como partido de izquierda está aniquilado y lo más
probable es que termine migrando a Morena, como también lo hacen ya varios
priistas y uno que otro panista.
En ninguna de éstas, que alguna vez
representaron opciones políticas reales para el electorado, se advierte
intención ni deseo alguno por reinventarse, por refundarse en algo mejor o por
lo menos diferente. Y de seguir por ese camino, estarán condenadas a diluirse para
terminar desapareciendo.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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