EL COBRO DE LAS “DEUDAS”
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Fotografía: El Dictamen |
Tras
la derrota del PRI y el PAN en las elecciones del pasado 1 de julio, comenzó a
correr fuertemente la versión de que los días del ex gobernador Javier Duarte
de Ochoa en prisión estarían contados.
Es
conocido el hecho de que la embestida final del régimen yunista durante la
campaña, cuando exhibió la vida de la esposa y los hijos de Duarte en Londres,
pero sobre todo cuando aprehendió al ex fiscal general duartista Luis Ángel
Bravo Contreras, hizo que los operadores priistas veracruzanos, comandados
desde una silla de ruedas en la Ciudad de México, decidieran mover sus fichas
en el tablero y apoyar al candidato de Morena a la gubernatura, Cuitláhuac
García Jiménez, con tal de evitar que los Yunes se quedaran, por lo menos, otros
seis años más en el poder.
La
detención, unos días antes de los comicios, de Bravo Contreras –quien pactó su
salida de la Fiscalía General del Estado a principios del actual bienio a
cambio de que no se procediera en su contra, lo cual evidentemente no le
cumplieron- les dejó claro a los priistas que no había negociación alguna que
valiera con los Yunes panistas, pues de así convenir a sus intereses, éstos la
romperían unilateralmente, como en el caso referido.
Así
fue que al concluir las campañas, el PRI, como partido, “soltó” la elección,
como se dice en la jerga electoral. Ya no hubo mayor operación en favor de sus
candidatos, ni a la gubernatura ni a las posiciones legislativas locales y
federales. De acuerdo con versiones cercanas a estos hechos, el dinero y los
recursos que deberían emplearse para la movilización electoral del 1 de julio simplemente
se redireccionaron hacia el bando moreno. Los apabullantes resultados de la
jornada electoral en Veracruz así lo confirmarían.
Una
vez validada oficialmente la derrota del régimen yunista, que soñó con
mantenerse al menos 14 años en el poder en Veracruz, así como consumada la
defenestración del peñismo a nivel nacional, comenzaron a salir de sus
escondites los priistas enemigos de unos y otros: por un lado, el ala dura del
tricolor, que busca echar del partido a los tecnócratas que provocaron la peor
derrota electoral de su historia; y por el otro, los fidelistas, que fueron
arrinconados por unos y por otros.
A
partir de ese momento comenzó a manejarse la especie de que Javier Duarte
saldría de prisión en breve, por la misma razón por la que fue encarcelado: por
la pinche política.
No
hay que perder de vista que Duarte está preso por delitos de orden federal. Y
una vez derrotado, el grupo del aún presidente Enrique Peña Nieto ya no tendría
ningún interés ni meta política como para mantenerlo recluido, habida cuenta de
que nunca buscó hacer justicia, sino simular que la aplicaba para buscar atajar
el descrédito provocado por la monumental corrupción priista e intentar
rescatar su proyecto, cosa que tampoco logró.
A
la administración entrante de Andrés Manuel López Obrador tampoco le convendría
que por algún fallo en el proceso enderezado contra el ex mandatario veracruzano
–y que al parecer tiene varios-, éste saliera libre ya durante su periodo de
gobierno.
Y por cuanto hace a la acusación más grave que enfrenta, la de desaparición forzada de personas que le imputó la Fiscalía General del Estado, el gobierno de Guatemala aún no autoriza el proceso de ampliación de las condiciones de extradición del ex mandatario, el cual, sólo en caso de ser aprobado por aquellas autoridades, permitiría que Javier Duarte fuera juzgado en Veracruz por ese delito de lesa humanidad.
¿Saldrán
o no de prisión Javier Duarte y sus ex colaboradores? En los meses, quizás
semanas por venir, lo sabremos. Pero por lo pronto, varios duartistas y
fidelistas “zopilotean” al gobierno electo para “cobrar” por los “servicios”
prestados.
¿Reconocerán
en Morena esa “deuda”?
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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