UNIVERSIDAD DIVIDIDA
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Fotografía: archivo |
Hace cuatro años, al dar a conocer la Junta de
Gobierno de la Universidad Veracruzana su decisión de nombrar a Sara Ladrón de
Guevara como rectora de la principal casa de estudios del estado, la reacción
prácticamente unánime de la opinión pública y de la comunidad universitaria fue
de júbilo.
No era para menos. Se trataba de la primera
mujer en ser elegida como rectora de la Universidad Veracruzana, hecho que por
sí mismo ya representaba un hito histórico para la institución.
Además, su nombramiento parecía haber
desactivado la intentona golpista y porril operada desde el gobierno de Javier
Duarte de Ochoa para boicotear el proceso sucesorio en la UV, luego de que su
alfil para el cargo, Víctor Arredondo Álvarez, ni siquiera fuera considerado en
la terna final.
La designación de Sara Ladrón de Guevara generó
grandes expectativas dentro y fuera de la Universidad Veracruzana, mismas que comenzaron a desmoronarse casi desde
el principio, cuando lo primero que hizo la nueva rectora fue reunirse con el
entonces gobernador Javier Duarte y su esposa Karime Macías, con el supuesto
objetivo de bajar la tensión en la relación entre la Rectoría y el gobierno,
que durante la gestión de Raúl Arias Lovillo había tocado fondo.
Pero la “buena nueva relación” entre la UV y el
gobierno duartista se fue por la borda cuando Sara Ladrón se enfrentó con la
realidad: la casa de estudios estaba en números rojos debido al incumplimiento
de la administración de Duarte de Ochoa en la ministración de los recursos que
debía transferir a la Universidad, y que como todo el demás dinero que pasaba
por la Secretaría de Finanzas y Planeación, quién sabe a qué campaña política, a
qué fondo de inversión o a qué mansión o rancho de ensueño fue a parar.
Habiendo roto con Duarte, Sara Ladrón se acercó
al entonces aspirante a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares, quien
aprovechó a la perfección la coyuntura de descontento de la comunidad
universitaria –y de toda la población del estado- para capitalizarla en su
favor. El resto, es historia conocida.
Cuatro años después de haber llegado a la
Rectoría, Sara Ladrón de Guevara fue reelecta por la Junta de Gobierno para un
nuevo periodo de cuatro años. Pero esta vez, salvo sus allegados, sus
colaboradores y los beneficiarios de su rectorado, la reacción no ha sido de
júbilo, sino de desencanto.
Buena parte de la comunidad universitaria
manifestó de inmediato su desacuerdo con la decisión de la Junta de Gobierno,
al considerar que la administración de Sara Ladrón ha sido sorda y ciega a los
problemas y necesidades de la Universidad Veracruzana.
Al rectorado de Sara Ladrón se le acusa de ejercer
hostigamiento a la oposición interna, de tener en el abandono áreas como la de
la difusión cultural, y particularmente, de carecer de autonomía real frente al
gobierno estatal.
Porque a pesar de que la administración que
ahora encabeza Miguel Ángel Yunes Linares no ha pagado ni un peso del adeudo
que sigue manteniendo el Gobierno del Estado con la Universidad Veracruzana, la
posición de Sara Ladrón es mucho muy diferente de la que tuvo con Javier
Duarte. Aquí no hay exigencias, no hay marchas multitudinarias, no hay
reclamos.
En cambio, y a diferencia de hace cuatro años,
lo que hay es una Universidad dividida, que se siente agraviada. El júbilo
desapareció. Y el camino que debe transitar ahora Sara Ladrón, sin recursos y
con un apoyo reducido, viene cuesta arriba.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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