VENGANZA CONTRA LOS PERIODISTAS
El
mismo día del secuestro del reportero Gregorio Jiménez, el miércoles 5 de
febrero, sus compañeros de gremio en Coatzacoalcos salieron a la calle a
protestar por el plagio y a exigir su retorno con vida. Una marcha a las 11 de
la mañana y otra a las seis de la tarde reflejaron la solidaridad y la
indignación de ese día.
La
noche del jueves 6 de febrero, la protesta fue más fuerte. Reunidos en la sala
de Cabildo del Ayuntamiento de Coatzacoalcos con el secretario de Gobierno
Erick Lagos Hernández, la coordinadora de Comunicación Social Gina Domínguez
Colío, el procurador Amadeo Flores Espinosa, el alcalde Joaquín Caballero y el
diputado Eduardo Sánchez Macías, los comunicadores –a quienes se pidió no
llevar cámaras ni grabadoras, pues se trataba de una “charla” y no de una rueda
de prensa– mostraron pancartas de repudio a la violencia en Veracruz y con la exigencia
por la vuelta con vida de Gregorio. La más elocuente tenía esta frase: “Exigimos
justicia. Si no pueden, renuncien”. La furia brillaba en el rostro de los
funcionarios.
Para
esa hora, a las redacciones de varios medios de la zona sur de Veracruz ya
habían llegado “sugerencias” de parte de los operadores del gobierno estatal
para que los directivos llamaran a sus reporteros a “guardar la calma” y a que evitaran
acudir a las manifestaciones, pues las autoridades ya “habían tomado cartas en
el asunto” y ofrecido “garantías” de que se encontraría a Gregorio Jiménez.
Para
no contradecir las “instrucciones” recibidas sin que se armara un escándalo, en
varios medios optaron por llamar a juntas a la hora de las marchas o a encargar
diligencias y coberturas de último minuto a los reporteros más comprometidos
con la búsqueda de Gregorio. En otros lados, no se anduvieron con sutilezas. La
prohibición a los periodistas de salir a protestar fue expresa, so pena de ser
despedidos sin más, por poner en riesgo los convenios “publicitarios” con el
gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Muchos comunicadores desoyeron las
advertencias y continuaron manifestándose, en las plazas públicas o a través de
las redes sociales, y ya no sólo en Coatzacoalcos, sino en Acayucan, Veracruz
puerto y la capital Xalapa, además de fuera del estado.
Tras
el trágico desenlace del plagio de Gregorio, parece que viene el ajuste de
cuentas con quienes osaron criticar la actuación del gobierno de Javier Duarte.
Trascendió que le fue pedida su “renuncia” a la reportera Romana Ortega, quien estuvo
en las protestas y labora en El Heraldo de Coatzacoalcos, diario propiedad de
la familia Sánchez Macías.
Sí,
la misma familia a la que pertenece Eduardo Sánchez Macías, el diputado local que
participó en la reunión de la sala de Cabildo relatada antes, integrante de la
Comisión Permanente de Atención y Protección a Periodistas de la LXIII
Legislatura y pariente de Antonio Macías Yazegey, suegro del gobernador Duarte
de Ochoa. El mismo diputado que la mañana del martes 11 de febrero declaró irresponsablemente
que habían rescatado con vida a Gregorio.
Como
Romana, varios periodistas de Coatzacoalcos están en la mira para ser echados
de sus puestos de trabajo por “revoltosos”, en una clara violación a la
libertad de expresión y manifestación. Una muestra clara de lo que en realidad
le importan los periodistas al gobierno y a los dueños de los medios que se
enriquecen gracias a su trabajo.
Aquí
sí aplica la tesis favorita del gobierno sobre los crímenes contra los
periodistas en Veracruz: el móvil es la venganza.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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