EL SEGUNDO IMPERIO DE JUAN MANUEL X, EL DÉSPOTA
Orizaba, ciudad enclavada en un
valle de la región de las Altas Montañas, en la zona centro de Veracruz, es el
sitio donde me crié, donde hice a una parte de mis amigos más entrañables,
donde vive mi madre y está enterrado mi padre. Así que le tengo un amor
especial y entrañable.
Es una ciudad en la que vive
gente trabajadora, que gusta de la cultura y se da tiempo para ser feliz
haciendo lo que le gusta. También, tiene una sociedad conservadora, a la que le
cuesta aceptar lo distinto, lo nuevo o lo extraño. Las familias de la migración
española y libanesa que llegaron a México hace más de 60 años encontraron en
sus tierras un lugar que las acogió y les dio la oportunidad de crecer. Sus estratos
empresarial y trabajador siempre han convivido en relativa armonía.
Como en botica, el municipio ha
tenido buenos, malos y pésimos gobernantes. En los últimos 20 años ha sido
alternadamente bastión priista y territorio panista, siendo Acción Nacional el
partido donde la clase empresarial encontró, al menos en un principio, mayor
identificación y campo para participar en política y defender sus intereses.
Uno de esos empresarios de
“abolengo” que siempre se definió como panista y apoyó con recursos las
campañas de varios candidatos de este partido es Juan Manuel Diez Francos. De
ascendencia ibérica, hizo fortuna comercializando automóviles, al grado de
crear un emporio de concesionarias en varias ciudades, dentro y fuera del
estado de Veracruz.
En lo personal, Diez Francos
nunca había participado directamente en la política partidista, hasta que oyó
el canto de las sirenas para cumplir lo que era uno de sus sueños: gobernar a
la ciudad de las aguas alegres, como también se conoce a Orizaba, en algún
tiempo el mayor centro industrial del estado, hoy venido a menos.
Su entrada en la política activa
fue una sorpresa. Pero no porque quisiera ser alcalde. Lo fue porque se postuló
como “bateador emergente” del partido al que antes se opuso, el Revolucionario
Institucional.
En las elecciones de 2007, el
empresario y miembro del Jet Set orizabeño tomó la estafeta priista a una
semana de los comicios, luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de
la Federación “tumbó” la candidatura del abanderado tricolor a la alcaldía por
haber cometido actos anticipados de campaña.
Contra todos los pronósticos,
pues hizo proselitismo sólo dos días, Juan Manuel Diez Francos ganó los
comicios prácticamente sin despeinarse, por amplio margen. Y, en honor a la
verdad, realizó una de las mejores gestiones municipales de que se tenga
memoria en la Pluviosilla, con gran cantidad de obra pública, aunque
principalmente en el perímetro central de la ciudad. La periferia, donde viven
los “jodidos”, podía esperar un poco.
Pero desde entonces, el
empresario metido a político dio muestra de su talante autoritario. Sus
decisiones eran incuestionables, y quien se opusiera a las mismas, era
avasallado con todo el poder del gobierno con multas, inspecciones, auditorías
y cobros excesivos.
Hábil para los negocios,
emprendió varios bajo el cobijo que da tener el “pinche poder en la mano”, como
dijera su amigo el gobernador Fidel Herrera, quien fue el que lo convenció de
dejar atrás su pasado panista y lo proveyó de recursos ilimitados para
“hermosear” a la ciudad. La joya de esos negocios es el centro comercial Plaza
Valle.
A pesar de todo, Diez Francos ha
ganado dos elecciones más en Orizaba, para diputado federal en 2012 y
nuevamente a la presidencia municipal en 2013, cargo que actualmente ostenta.
Sólo que ahora ya no cuenta con
la gran cauda de recursos que su amigo Fidel le entregaba en su primer periodo,
así que tiene que formarse para obtenerlos. Soberbio como es, acostumbrado a
que se haga su voluntad, quizás eso lo tenga alterado al grado de que haya
decido arremeter contra quienes considera no son de su misma clase y, por ende,
no tienen derecho a ganarse el sustento si no es bajo las reglas del
capitalismo salvaje y el mercado global, a las que él está acostumbrado
plegarse.
Sólo así puede entenderse la acometida
ordenada por Diez Francos contra mujeres indígenas vendedoras de flores, cuyo
“delito” fue ofrecer sus productos en las calles del primer cuadro de Orizaba y
con ello “darle mala imagen” a la ciudad. Por esa razón fueron sometidas por la
policía municipal como si fueran peligrosas delincuentes. Aquello terminó en
zafarrancho al salir otros comerciantes en defensa de las mujeres. Fueron
encarcelados bajo los cargos de “ultrajes a la autoridad”.
Un catedrático de la Universidad
Veracruzana Intercultural y residente de Orizaba, Cuauhtémoc Jiménez
Moyo, publicó en el sitio Web de la casa de estudios una carta dirigida al
alcalde Diez Francos, en la que le reclama su proceder: “¿Representa algún
peligro para los ciudadanos orizabeños que una mujer indígena de Ixhuatlancillo
venda flores en el centro de Orizaba?(…) Quizá usted está pensando que se trata
de una mujer que no paga impuestos, que de su actividad comercial está
obteniendo ganancias y que esto afecta a las personas legalmente constituidas.
Esto en principio es cierto, sin embargo Sr. Diez, yo lo invito a pensar en la
diferencia entre lo legal y lo justo. Si ya lo hizo, sabrá usted que a veces lo
legal no es necesariamente justo. Y la detención de la mujer indígena es un
ejemplo”.
“Una
vendedora ambulante gana aproximadamente 80 pesos diarios, cuando no es
extorsionada por policías corruptos o cuando no la apresan. Hagamos cuentas:
80, 160, ….mil 200 pesos quincenales, dos mil 400 pesos mensuales. Esto se
trata de una simulación ideal. Sigamos imaginando: dos mil 400 para comer,
vestir, educar a los hijos, cuidar la salud de los enfermos. Lic. Diez, ¿se
podría imaginar su vida si ganara dos mil 400 pesos mensuales? Es sencillo acatar
la ley cuando se es privilegiado”.
Pero
en el reino de los indolentes, el déspota es rey.
email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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