LA AGENDA BILATERAL
Desde
hace muchos años, ha sido una costumbre en las relaciones diplomáticas entre
México y Estados Unidos que el presidente electo de nuestro país visite al del
vecino del norte en funciones poco antes de que el primero asuma su cargo.
La
picaresca política propia del mexicano siempre identificó esto como una especie
de “ritual” en el que el nuevo mandatario mexicano iba a algo así como a
“ponerse a las órdenes” de su contraparte estadounidense, quien a su vez le
“lee la cartilla” sobre sus prioridades en la agenda bilateral.
Más
allá de si esos encuentros han tenido tal nivel de sumisión a lo largo del
tiempo, lo cierto es que el ritual se cumple puntualmente cada seis años. Ni
los dos presidentes panistas de la transición fallida faltaron a la cita con el
todopoderoso presidente norteamericano que les tocó en su momento.
Ayer
fue turno para Enrique Peña Nieto, quien dispuso de 15 minutos para
entrevistarse con Barack Obama. Los temas en común son más que obvios:
seguridad, migración, intercambio económico. Sólo que en una reunión tan corta,
nada serio puede acordarse. Fue apenas una cortesía, un primer encuentro como
para medir qué tanta empatía personal puede haber entre ambos personajes. No
podía esperarse más.
El
verdadero reto será lograr que, en los hechos, las prioridades de la agenda
bilateral no sean sólo las de Estados Unidos, ni que todo se reduzca a buenos
deseos y palmaditas en la espalda.
La
seguridad será un tema toral para ambos mandatarios. La administración de
Felipe Calderón entrega un país hundido en sangre, con ejecuciones por doquier
hasta sus últimos días. Recuperar una estabilidad al menos aceptable es uno de
los reclamos que en primera instancia debe atender Peña Nieto. Y no podrá
hacerlo sin la ayuda de Obama, pues como por todos es sabido, de su país
proviene casi la totalidad de las armas que usan las bandas criminales para
sembrar terror en territorio mexicano. Frenar esa venta indiscriminada es
fundamental para avanzar en este asunto.
El
otro gran tema es el migratorio. No obstante la algarabía que causó en México
la reelección de Obama, hay que decir que su primer mandato es el que más
deportaciones de migrantes mexicanos registra históricamente. No ha sido un
gobierno amigable con nuestro país y nuestra gente. A ver si sin la presión que
le significaba buscar su reelección (no tiene derecho a otra más), Barack Obama
cambia el talante.
Enrique
Peña Nieto tendrá además que remar contra la antipatía política que el regreso
del PRI a Los Pinos provocó en la Casa Blanca, que se entendía mejor con la
derecha panista. Ésa será la clave para que su administración sea apoyada o no
por un gobierno estadounidense que nos sigue viendo como un mal necesario, y no
como verdaderos vecinos y socios.
Twitter: @yeyocontreras
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