INVITACIÓN AL CAOS
El daño que el régimen encabezado –por lo
menos, formalmente- por Claudia Sheinbaum Pardo le está haciendo al país es de
proporciones incalculables.
La deriva autoritaria en la que la presidenta
de la República decidió sostenerse en el inicio de su sexenio no solo significa
la demolición del Poder Judicial y en consecuencia instantánea, de la división
de poderes. Es la destrucción del estado de Derecho, con todas las
implicaciones que eso tiene para la convivencia social en una nación asolada
por la violencia.
Al negarse a acatar la suspensión que le
ordena bajar del Diario Oficial de la Federación la publicación del bodrio de
reforma judicial y entrar en un desacato abierto, la primera mujer presidenta
opta por la vía del autoritarismo en lugar de la de las leyes. Porque en todo
caso, cuenta con vías jurídicas para combatir la resolución si la considera
arbitraria o que excede las atribuciones de la jueza de distrito de
Coatzacoalcos que la emitió.
En lugar de eso, Sheinbaum amenazó con
someter a juicio político a la juzgadora, la exhibió en su “mañanera reloaded”
–otra prueba más de que no llegaron todas al poder, como reza la propaganda
oficial, sino solamente las que pertenecen a su camarilla política- y simple y
llanamente desobedeció el mandato judicial, rompiendo con eso el orden
constitucional y metiendo al país en un brete autocrático, en el que la
voluntad del poderoso está por encima de cualquier estamento legal.
Literalmente, fue su “no me vengan con que la ley es la ley”, digno de una
república bananera y no de un Estado democrático.
De por sí, el estado de Derecho en México
siempre ha sido frágil debido a lo endeble que son sus instituciones, fácilmente
corruptibles y sometidas por el poder presidencial, lo cual se ha agudizado en
los últimos años con la restauración del viejo régimen proto-priista que ha
representado el morenato gobernante, idéntico en sus formas e ideas a los
gobiernos del nacionalismo revolucionario que no admitían oposición real y que
creían que tenían el “derecho” de gobernar para siempre y como les diera la
gana.
La embestida del régimen no solo contra el
Poder Judicial, sino contra cualquier orden jurídico que se le oponga y en términos
prácticos, contra la normalidad democrática, es una invitación al caos: abre la
puerta para que nadie respete la de por sí enclenque legalidad en este país.
Que se imponga la ley del más fuerte como forma de “convivencia”. Y eso solo
puede llevar a elevar los niveles de violencia, de por sí fuera de control y
que a menos de un mes de su inicio, ha exhibido a un gobierno rebasado, incapaz,
sin respuesta a los problemas y, en buena medida, cómplice. Solo ver lo que
pasa en Sinaloa y el apoyo a un gobernador claramente coludido con criminales.
Y las consecuencias van, más temprano que
tarde, a pegar en el ámbito económico. Si la presidenta de México abierta,
públicamente, anuncia que no va a cumplir con la ley, ¿quién en su sano juicio
va a considerar arriesgar su dinero invirtiendo en México? ¿Qué garantía va a
tener una empresa de que no le van a expropiar sus inmuebles porque un buen día
se aduzcan “razones de Estado”, “soberanía” o cualquier pretexto de los que
suelen utilizar los gobiernos populistas?
El mensaje que está dando Claudia Sheinbaum
es el de que en México priva la ley de la selva. Y al final, los principales
afectados seremos todos los habitantes de este país, regalado a una camarilla
de corruptos autoritarios a cambio de limosnas que quién sabe hasta cuándo se
puedan seguir repartiendo.
Cuando finalmente se abran los ojos, ya será
tarde.
De
pena ajena
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