UN MAR DE SANGRE
Imagen: redes sociales |
Las crudas imágenes de lo que se percibe como
una especie de fusilamiento de un grupo de personas a manos de un numeroso
comando de hombres fuertemente armados durante un funeral en San José de
Gracia, Michoacán, son una tétrica representación de la realidad en la mayor
parte del país.
A pesar de la militarización de casi todas
las actividades estratégicas, incluida por supuesto la de la seguridad pública,
la violencia es incontrolable y mucho más letal que la de sexenios anteriores. Incluso
que la del periodo de Felipe Calderón, aquel presidente que declaró la “guerra
al narcotráfico” que dejó 120 mil 563 homicidios durante todo su gobierno; o el
de Enrique Peña Nieto, en cuya gestión se cometieron 156 mil 66
asesinatos.
El sexenio de Andrés Manuel López Obrador se
perfila para ser el más violento de la historia de México, pues en la mitad de
tiempo de sus antecesores, poco más de tres años, se han perpetrado
prácticamente 114 mil homicidios dolosos de norte a sur del país. Una oleada de
violencia que de mantenerse en el mismo nivel, superará los 200 mil asesinatos
al final de este periodo de gobierno.
¿Qué ha fallado? Pues podría decirse que
prácticamente todo. Desde el “culiacanazo” quedó evidenciado que los pactos
entre el crimen organizado y las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad civiles
se mantienen, y que hay amplias franjas territoriales en México en las que el
gobierno son los delincuentes, y la ley es la que se impone a través del plomo.
Michoacán, Chihuahua, Sonora, Zacatecas,
Guanajuato, Tamaulipas, Guerrero y por supuesto Veracruz son escenarios atroces
de la violencia que en todos los niveles de gobierno se pretende ignorar,
minimizar, invisibilizar o de plano negar, así esté frente a sus narices, así
exista evidencia explícita de la saña y la impunidad con que los criminales imponen
su voluntad a sangre y fuego, aterrorizando y sembrando pánico entre una
población que se sabe desvalida y abandonada por sus autoridades.
Ante el fracaso de lo que en los hechos es
una “no estrategia”, como respuesta la excusa que no falla: se trata de
“herencias malditas” de otros gobiernos. Y si bien es cierto que la
entronización de los criminales y la radicalización de la violencia y la
inseguridad no son fenómenos que solo competan al actual régimen, escudarse en el
pasado es admitir la incapacidad en tiempo presente para afrontar el que sin
duda es el principal reto del país.
Por eso el presidente López Obrador no quiere
que los medios de comunicación hablen de la violencia y asume que lo que se
reporta es para “dañarlo” o “atacarlo”. Y llega al extremo de intentar negar
hechos que sucedieron a la vista del país, recurriendo a cada vez más patéticas
teorías de la conspiración para “derrocar” a su gobierno, mismas que están
comenzando a dejar de surtir efecto.
En campaña, López Obrador prometió que se
terminarían las masacres criminales en el país. Hace no mucho se burló de las
que se reportaban en los medios de comunicación. Ahora se enoja si se las
mencionan y finge que no sucedieron.
La realidad, es que México es un mar de
sangre.
Ridículo
monumental
Al parecer, en el gobierno de Veracruz tienen
afición por el masoquismo. Tan solo este lunes, entre la Suprema Corte de Justicia
de la Nación y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos le propinaron una
tunda épica, exhibiendo la ignorancia y el autoritarismo de quienes han
convertido a la entidad en el hazmerreír de México ante su interminable cadena
de desatinos que, valga decir, lo que dan son ganas de llorar.
El nuevo “palo” de la Corte al Congreso del
Estado por legislar inconstitucionalmente se une a varios resolutivos
similares, lo que se ha vuelto la principal referencia del sexenio de
Cuitláhuac García Jiménez, cuyo operador “estrella” en el Poder Legislativo es
un zafio como Juan Javier Gómez Cazarín, que a duras penas tiene instrucción
básica y en consecuencia, entiende de leyes lo mismo que de física cuántica.
Se nota.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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