EL GEN DE LA AUTODESTRUCCIÓN DE MORENA
El proceso para designar al nuevo dirigente
nacional de Morena ha mostrado sin mucho esfuerzo que la naturaleza del actual
partido gobernante en el país tiene mucho que ver con la genética política que
le dio origen.
Las rudas pugnas internas que han llevado a
suspender y modificar en dos ocasiones la elección de la presidencia y la
secretaría general de ese instituto político revelan, en primer término, esa
ausencia de institucionalidad que caracterizó al partido del que saltaron hace
poco la mayoría de sus militantes: el PRD, del que ahora reniegan y despotrican
muchos que apuestan a la corta memoria que suele prevalecer en nuestro país.
Siguiendo el mismo esquema de las llamadas
“tribus” que minaron y destruyeron la vida interna del partido del sol azteca
con feroces disputas que terminaron por desfondarlo, en Morena se reproducen
prácticas idénticas de “canibalismo” político en aras de alcanzar una posición
que se cotiza a la alza desde el triunfo electoral del lopezobradorismo hace
poco más de dos años, al grado de colocar en riesgo de fractura a un partido
que en teoría tendría frente a sí un escenario favorable hacia los comicios del
año entrante.
Y en eso podría radicar la virulencia con que
se dirime una contienda que ni siquiera va a decidirse a través del voto de sus
militantes, sino mediante una encuesta telefónica que organizará un agente
externo a ese partido, el Instituto Nacional Electoral, ante la abierta
incapacidad de Morena para avanzar en la elección de sus cuadros dirigentes por
vías democráticas.
Es precisamente en ese punto donde se
manifiesta el otro gen que conforma el “ADN” político del Movimiento de
Regeneración Nacional: el del priista tradicional que jamás acepta una derrota
y busca imponerse como sea, incluso invocando “fraudes patrióticos”, pues es el
partido de la “revolución”. O en este caso, de una autoproclamada –porque las
etapas históricas de un país no aparecen por decreto- “cuarta transformación”.
Fotografías: archivo |
Esa perversa propensión al juego sucio, a la trampa y a la antidemocracia que ha caracterizado al PRI desde su época de mayor poder, se ha visto replicada por las redivivas “tribus” de Morena –en las que sobran ex priistas de viejo y nuevo cuño-, donde no tienen empacho en acudir a las peores prácticas –incluida la de destrozarse entre ellos- con tal de acceder a la mayor cantidad de parcelas de poder, que en este caso específico es una estratégica y muy redituable dirigencia nacional en medio de un proceso electoral en el que el régimen se juega su propia viabilidad.
Por las manos del próximo presidente o
presidenta nacional de Morena pasará la definición de las candidaturas a las
diputaciones federales para la elección intermedia del sexenio, lo cual ha
despertado una ambición sin límites entre quienes aspiran no solo a ocupar esa
posición por los beneficios de diversa índole que podría conllevar (políticos,
económicos), sino por la posibilidad de impulsar y posicionar a las corrientes
internas que representan con miras hacia lo que vendrá después, incluida la
candidatura presidencial de 2024.
Porque no obstante que el presidencialismo
que practica Andrés Manuel López Obrador es bastante tradicional y de lo más
vertical –y en los hechos, el único motivo que mantiene unido a un partido como
Morena-, el fuerte desgaste al que está exponiendo su propia figura con su
estrategia de confrontación permanente, el deterioro propio del ejercicio de
gobierno –más aún, si ese gobierno no tiene logros concretos sino todo lo
contrario- y la pérdida de poder que de manera cuasi natural experimenta
cualquier régimen hacia la parte final de su mandato, llevará a los aspirantes
a sucederlo a reforzar su presencia para cubrir esos espacios de influencia que
inevitablemente irán abriéndose, a costa de lo que sea.
Y esa ausencia de institucionalidad que
heredó del PRD, la falta de escrúpulos y la megalomanía que tomó del PRI, y la
ambición desmedida que ambos le transmitieron, serán a la postre el gen de la
autodestrucción de Morena, que sin su eje articulador y unificador, sin su
caudillo llamado Andrés Manuel López Obrador, no tiene posibilidad alguna de
sobrevivir como partido.
Así que si no es ahora, ¿cuándo?
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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