CORRUPCIÓN, EL NÚCLEO DE LA DESGRACIA EN PAJARITOS
Fotografía: trabajadores de Pemex |
Tras
el trágico accidente de la semana pasada en el complejo industrial Pajaritos en
Minatitlán, quedaron al descubierto varias situaciones que revelan un problema de
una complejidad de la que no se tiene aún su real dimensión.
Para
empezar, la reforma energética y sus esquemas de asociación público-privado
para la explotación y transformación de la riqueza del subsuelo sufrió su
primer gran descalabro. El que una empresa privada -Mexichem, en este caso-
opere las instalaciones que por años estuvieron a cargo de Petróleos Mexicanos
no garantiza per se un funcionamiento
óptimo ni el debido mantenimiento requerido para un área de manejo de
sustancias peligrosas.
Esto
por una razón muy simple: la inversión requerida para operar instalaciones como
las del complejo Pajaritos es multimillonaria. Tanto, que Mexichem dejó que se
continuara trabajando pese a las alertas de fugas que había en el área de
Clorados III, lo que trajo como consecuencia la explosión del pasado 20 de
abril, que hasta ahora arroja una cifra oficial de 32 personas muertas y más de
160 heridas. Aunque el número de fallecidos se estima mucho más alto, pues de
acuerdo con los propios obreros de la planta, en el lugar del siniestro
laboraban regularmente más de 200 personas.
Por
si fuera poco, Mexichem pretende desentenderse de sus obligaciones y se ha
declarado en “condición de fuerza mayor”, con lo cual busca liberarse de
demandas contractuales y por daños ocasionados a terceros.
Y
para hacer más angustiante la situación de las familias de aquella región, los
contratistas privados no han pagado su salario a los obreros de Clorados III,
quienes ni siquiera saben si podrán conservar sus empleos, razón por la cual la
tensión ha crecido en la zona sur de Veracruz. Sin exagerar, al estallido de
sustancias químicas podría sucederlo un estallido social.
El
caso es que nadie se hace responsable. Ni la empresa privada, ni su socia
Petróleos Mexicanos, ni el sindicato petrolero, que cada vez es más evidente
que ha perdido casi toda su fuerza y está condenado a convertirse en breve en
una pieza de museo.
Por
el lado del estado, también quedó al desnudo una de las consecuencias de la
brutal corrupción de este sexenio: los servicios de salud de toda la región
fueron rebasados por la magnitud del siniestro. Fueron insuficientes los
centros hospitalarios y los medicamentos para dar atención a todas las víctimas
y damnificados. Junto con el aire podrido por la contaminación química, flotan
en el ambiente los desvíos de recursos en el sector salud estatal, documentados
por la Auditoría Superior de la Federación, de más de cuatro mil millones de
pesos.
Al
final del día, es la corrupción el núcleo y la causa de una tragedia como la de
Pajaritos. La corrupción de una empresa como Mexichem, a la que no le importó
poner en riesgo la vida de sus trabajadores con tal de ahorrarse el dinero que
debió invertirse en mantenimiento de sus instalaciones; la corrupción de
Petróleos Mexicanos, que le concesionó instalaciones industriales estratégicas
a empresarios sin escrúpulos; la corrupción de un sindicato que vaga como
muerto viviente en espera de que se decrete oficialmente su defunción; y la
corrupción de un gobierno estatal evidenciada grotescamente en su incapacidad
para hacer frente a emergencias como la de Pajaritos, porque el dinero para
hospitales se utilizó para amasar fortunas personales y financiar campañas
políticas.
Y
todavía tienen el descaro de decir que Dios “duerme” en Veracruz. ¿Y cómo
duermen ellos?
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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