GOBERNADOR EN CAMPAÑA
Fotografía: Archivo |
Sin el menor pudor ni vergüenza, el gobernador de
Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, anda en campaña en favor del dirigente
estatal del PRI, Alberto Silva Ramos, para que sea el candidato de ese partido a
sucederlo.
Duarte de Ochoa se hace acompañar por Silva Ramos a
cuanto evento público le es posible, aprovechando que, sin ética política –ni
la conoce– su “favorito” aprovecha su condición de diputado federal para darle
la vuelta a su calidad de dirigente partidista y participar en actos
gubernamentales y políticos, en los que busca desesperadamente que le tomen
fotos con actores políticos nacionales para mandar supuestas “señales” de
bendición y beneplácito a sus aspiraciones.
Incluso, jugando en el filo de la ley, Javier Duarte se
hace el aparecido en reuniones de Alberto Silva, en horario laboral, para
brindarle abiertamente su apoyo rumbo a la nominación priista y deslizar entre
sus periodistas “aliados” la versión de que el presidente Enrique Peña Nieto
dejó en sus manos la decisión sobre quién será el abanderado del tricolor en la
elección de gobernador de 2016. Como si Veracruz representara electoralmente lo
mismo que un estado como Tlaxcala, para que en el Altiplano se desentendieran de
una decisión de esa magnitud.
El colmo es que desde su cuenta oficial de Twitter, el
gobernador de Veracruz comparte videos de Silva Ramos denostando, de manera
vulgar, a sus adversarios políticos, denigrando aún más la calidad del debate y
el intercambio público en la entidad, con el proceso electoral ya en marcha.
Sin duda, Javier Duarte de Ochoa, personalmente, está en
todo su derecho de tener preferencias políticas y de apoyar a quien quiera para
ser candidato del partido del cual es militante. Eso no está a discusión ni
tendría por qué impedírsele bajo ninguna circunstancia.
Sin embargo, el apoyo que se brinda a uno solo de los
aspirantes a la nominación priista no es el de un militante más, sino el de
todo el aparato de Estado, el del gobierno estatal mismo. Lo cual no sólo es
inequitativo. También raya en lo ilegal. Y de moral, ni hablamos. Para ellos
eso es, como reza aquella frase tristemente célebre del cacique post
revolucionario Gonzalo N. Santos, “un árbol que da moras y sirve para una
chingada”.
Javier Duarte de Ochoa ha puesto al servicio de Alberto
Silva Ramos la investidura de gobernador y hasta a las leyes del estado, las
cuales ha torcido para favorecer a quien desea, por sobre todas las cosas, que
sea su delfín.
Al grupo gobernante le aterra que pueda llegar a la gubernatura
alguien que no sea cómplice de las corruptelas que han distinguido la oncena
trágica del duartismo-fidelismo, no importando si éste es priista, panista o
del color político que sea.
Por eso la desesperación para tratar de imponer como
candidato y después como gobernador, a cualquier costo, a un político sin
trayectoria, merecimientos ni escrúpulos como Alberto Silva, quien demostró ser
pésimo administrador a su paso por la presidencia municipal de Tuxpan, que
mantiene nexos con personajes de muy dudosa reputación y que representaría la
continuidad, pero sobre todo la impunidad, para la gavilla política a la cual
pertenece y que ha saqueado al estado de Veracruz.
Lo más grave es que para la promoción política de este personaje
se disponga de recursos públicos, amén de la afrenta que para los militantes
priistas –los que no son “agachones”– significa que se les obligue a apoyar, a la
fuerza, a este individuo.
Con su comportamiento, Javier Duarte denigra su
investidura como gobernador constitucional de Veracruz y echa por tierra la
autoridad que tendría como jefe político de su partido en el estado.
Lo cual, evidentemente, le tiene sin cuidado.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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