UV: LA OTRA ELECCIÓN
Mientras la atención mediática y política en
Veracruz está concentrada en los procesos electorales de las 212 presidencias
municipales y, en menor medida, en el del Poder Judicial a nivel federal y
estatal, hay otra elección en vísperas en la que también hay muchísimos
intereses en juego: la de la rectoría de la Universidad Veracruzana.
Está por concluir el periodo de cuatro años
para el que fue designado como rector Martín Aguilar Sánchez. Tiempo que podría
considerarse como totalmente perdido, en el cual la casa de estudios fue
ninguneada, humillada, gracias a la sumisión de quien tenía la responsabilidad
de defender sus intereses.
Para nadie es un secreto a estas alturas que
Aguilar Sánchez llegó a la rectoría de la Universidad Veracruzana con el
beneplácito del régimen morenista, que vio en este académico de modesta imagen
y muy cortos alcances el perfil perfecto para tomar el control de la casa de
estudios, en sintonía con su estrategia de colonizar todas las instituciones
para colocarlas dentro de una sola línea política y de pensamiento. Algo que,
para una universidad, es monstruoso, valga decir.
Gris, apocado, negado para las relaciones
públicas, Aguilar Sánchez se pasó los cuatro años de su gestión encerrado en la
torre de rectoría, mientras la UV no solo perdía protagonismo entre las
instituciones de educación superior del país –públicas y privadas-, sino que
también veía vulnerado su derecho a contar con el presupuesto que le corresponde
constitucionalmente y que, de manera sistemática, los gobiernos de la mal
llamada “cuarta transformación” –el de Cuitláhuac García y ahora el de Rocío
Nahle- le negaron.
A lo más que llegó Martín Aguilar fue a
animar a la comunidad universitaria a unirse a una campaña para presionar al
gobierno y que se le otorgara el 4 por ciento del presupuesto total del estado
al que tiene derecho, por estar así establecido en la Constitución de la
entidad. Llamado al que los universitarios respondieron positivamente, pero que
no fue correspondido por sus autoridades, que una vez que la petición fue
olímpicamente ignorada –ya sabemos que a la “4t” le vale eso de que algo esté
establecido en la ley-, simplemente doblaron la cerviz. A lo mucho, hicieron un
berrinche y patalearon, como sucedió en diciembre pasado. Y de ahí no pasó.
No fue éste el único fracaso de Aguilar
Sánchez. Ni siquiera pudo sacar adelante la iniciativa de nueva Ley Orgánica de
la Universidad Veracruzana con la que pretendió, además, beneficiarse, al
quitar el “candado” del límite de edad para asumir la rectoría que, si la norma
se aplica a la letra, le impediría postularse para un segundo periodo.
No solo no prosperó la iniciativa, sino que
después de llevarla al Congreso del Estado, tuvo que retirarla dos semanas
después, una vez entrada en funciones la actual Legislatura, cuando él mismo
solicitó que se suspendiera el proceso a fin de que se hiciera entrega del anteproyecto
cuando el Poder Legislativo “lo estime pertinente”.
La última “gracia” del rector fue rechazar
una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Veracruz (CEDHV)
por violencia laboral contra una empleada de la Secretaría de Desarrollo
Institucional de la propia casa de estudios.
La CEDHV notificó a la Universidad
Veracruzana la Recomendación 004/2025, en la que señala que se violaron el
derecho a la integridad personal, el derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia, y el derecho al trabajo de la denunciante, apuntando a maltratos
cometidos en su contra por la titular de la Secretaría de Desarrollo
Institucional de la UV, Jaqueline Jongitud Zamora –cercana a Martín Aguilar-, a
quien el organismo atribuyó “conductas hostiles” durante el desempeño de las
tareas de la quejosa.
La respuesta de la UV fue en el mismo tono
usado por los propagandistas de los gobiernos de Morena: bravucón, pendenciero
y descalificador, arguyendo que la CEDHV violó el ámbito de su competencia al “invadir”
la esfera de la autoridad laboral jurisdiccional, pero sin negar que los hechos
hayan sucedido tal como los denunció la víctima. Lo que resulta más que irónico,
pues el plan de trabajo que Martín Aguilar presentó hace cuatro años a la Junta
de Gobierno para ser rector tenía como eje ¡los derechos humanos!
Muchas otras “perlas” pueden rescatarse del
fallido rectorado: desde la prohibición a los alumnos y docentes de la Facultad
de Derecho a organizar foros de debate en sus instalaciones sobre el bodrio de
la reforma judicial, hasta el reconocimiento que el propio Martín Aguilar
entregó personalmente al todavía en ese momento gobernador Cuitláhuac García
como “inventor”, en el colmo de la abyección. Y para lo que le sirvió.
En el mes de mayo próximo, la Junta de
Gobierno de la UV emitirá la convocatoria para la renovación de la rectoría. En
agosto, se anunciará la designación y el 1 de septiembre será la toma de
protesta del rectorado para el próximo cuatrienio. Mientras algunos académicos
comienzan a hacer públicas sus aspiraciones por acceder al cargo, Martín
Aguilar pretende aferrarse a la silla aduciendo que el “candado” del límite de
edad es discriminatorio y, por tanto, saltárselo.
Asimismo, en la Junta de Gobierno se acomodan
las piezas para controlar la sucesión rectoral y que quien quede al frente de
la UV, siga siendo pro-4t. Por lo pronto, se acaba de integrar a Ernesto Isunza
Vera, académico que en diciembre de 2022, fue designado por la presidenta
de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra,
como parte del comité para evaluar a los aspirantes a integrarse al
Instituto Nacional Electoral (INE). En esa función, mostró parcialidad en favor
de los perfiles afines a Morena y al obradorismo.
La pregunta es, ¿permitirán los
universitarios otro rectorado como éste?
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