LEGADO DE MUERTE
Fotografía: Oscar Martínez/ AVC Noticias |
La detención de la semana pasada de 19
policías estatales, incluido el ex director general de la Fuerza Civil, Roberto
González Meza, acusados de desaparición forzada de personas, confirmó lo que
era sabido desde el sexenio de Javier Duarte de Ochoa pero muchos que hoy se
dan golpes de pecho prefirieron ignorar entonces: las fuerzas de Seguridad
Pública del estado cometieron crímenes atroces contra la población, a los ojos
de sus superiores. Si no es que por orden suya.
Aunque las recientes aprehensiones denotan
una clara intencionalidad político-electoral del actual gobierno estatal, pues
la conducta delictiva de la policía estatal era conocida desde hace años y fue
denunciada en varias ocasiones por víctimas y organismos civiles, finalmente
pueden arrojar alguna luz sobre lo que pasó con los miles de desaparecidos en
el sexenio de horror de Javier Duarte.
Con todo, no hay que echar campanas a vuelo,
como pretende el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares. Las imputaciones
fincadas a González Meza y al resto de los policías detenidos –la mayoría de
los cuales se encontraba todavía en funciones en la Secretaría de Seguridad
Pública, al grado de que fueron aprehendidos dentro de sus cuarteles- son por
apenas 15 casos de desaparición forzada. Muy lejos de la verdadera magnitud de
lo que sucedió en Veracruz los últimos años.
De hecho, y de acuerdo con las imputaciones
que obran en la carpeta de investigación FEADPD/ZCX/011/2017, las
pesquisas se centran en hechos ocurridos en la región de Xalapa entre abril y
octubre de 2013, cuando dos unidades de las llamadas “de élite” de la
Secretaría de Seguridad Pública, identificadas como el “Grupo de Reacción” y
“Los Fieles”, se dedicaron a “cazar” y “levantar” jóvenes de aspecto
“sospechoso”, que tras ser torturados “confesaban” ser “halcones” del crimen
organizado y, acto seguido, eran desaparecidos, según lo que se establece en la
causa penal, en la Academia de Policía de “El Lencero”, en el municipio de
Emiliano Zapata, conurbado con Xalapa.
Sin embargo, el horror del sexenio duartista
estuvo lejos de circunscribirse solamente a la zona metropolitana de la capital
del estado y sus municipios circunvecinos. Las detenciones ilegales, los asesinatos
y la desaparición de personas a manos de criminales, con o sin placa, se
extendieron de norte a sur de Veracruz. E incluso, fuera del estado.
Así que las investigaciones siguen estando
completamente rezagadas, con todo y lo cual no deja de ser una noticia
alentadora que se haya procedido contra quienes tienen la presunta
responsabilidad de haber cometido lo que no es otra cosa que crímenes de lesa
humanidad, que merecen las penas más severas que se contemplen en la
legislación de nuestro país.
Y por supuesto que la responsabilidad no debe
limitarse a los mandos y elementos policiacos que ejecutaron físicamente estos
delitos. Debe alcanzar a quienes estaban al frente del gobierno y sabían
perfectamente lo que estaba sucediendo. Concretamente, el ex secretario de
Seguridad Pública Arturo Bermúdez Zurita y hasta el ex gobernador Javier Duarte
de Ochoa. Ambos deben responder por los miles de desaparecidos en Veracruz
durante el infausto periodo en el que ejercieron el poder. De lo contrario,
estaremos frente a una simulación más con el único y miserable fin de obtener
dividendos políticos en temporada electoral.
En octubre de 2014, Javier Duarte presentó a
la Fuerza Civil de Veracruz, un cuerpo policiaco en el que se integraron todas
las unidades de élite de Seguridad Pública, y que fue presumido por el entonces
mandatario como “un modelo ejemplar de combate a la delincuencia” que
representaría el “legado más importante” de su gobierno.
Hoy ya no queda ninguna duda de que su único legado
fue de muerte y dolor. Y no les alcanzará la vida, ni a él ni a Arturo
Bermúdez, para pagar por ello.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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