EL PAÍS, A LA DERECHA
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Fotografías: Internet |
Una vez que está prácticamente decidida la
integración de la boleta electoral para la sucesión presidencial –sólo faltaría
definir quiénes de los independientes logran cubrir los inalcanzables
requisitos que se les piden-, lo que queda de manifiesto, con absoluta
claridad, es que el país se encamina inexorablemente hacia un gobierno de
derecha.
Basta con analizar a los candidatos a la
Presidencia de la República de todas las coaliciones registradas –con nombres
tan rimbombantes como vacíos de verdadero sentido- para confirmar esta
aseveración, que incluye a quienes serán los abanderados de partidos de dizque
izquierda.
Empecemos por Ricardo Anaya, quien será el
candidato presidencial de la coalición PAN-PRD-Movimiento Ciudadano. Nadie
podría dudar de que su agenda es ultraconservadora, como suele ser en general
la del panismo: cercana a la Iglesia Católica, férrea opositora a temas como la
despenalización de las causales para la interrupción de embarazos en cualquier
circunstancia, a los matrimonios igualitarios y a otras reivindicaciones sociales
enarboladas por los sectores que sus partidarios más reaccionarios tildan de
“progres”.
Lo que resulta ridículo es que Anaya también
será candidato de dos partidos de “izquierda”: el de la Revolución Democrática
y Movimiento Ciudadano, reducidos a meros cascarones vacíos. Institutos
políticos en decadencia que buscan salvarse de la desaparición postulando a un
personaje que ni de cerca representa los valores de justicia social que alguna
vez enarbolaron con aparente convicción, y que de llegar a ganar las
elecciones, no tendrían mayor injerencia en la definición de las políticas
públicas. Lo suyo, es conservar el acceso a presupuestos y cargos públicos.
En el mismo espectro de Anaya se encuentra la
aspirante independiente y ex panista Margarita Zavala, quien probablemente
logre su candidatura gracias a una estructura armada desde el partido en el que
hasta hace poco militó. Lo único que la diferencia de Anaya es que éste resultó
un verdadero maestro de la traición y el doble juego. Un “gandalla” que la
obligó a renunciar al PAN. Fuera de eso, hay más similitudes que discrepancias
programáticas entre ambos.
Ni qué decir del virtual candidato de la
alianza PRI-PVEM-Panal, José Antonio Meade. Ex colaborador de Felipe Calderón,
de Enrique Peña Nieto y hasta de Vicente Fox, es un consumado tecnócrata, fiel
a las recetas económicas de los mercados globales que crean elites de
multimillonarios y cinturones mundiales de miseria, y cuya praxis política está
decididamente más cerca de Adam Smith que de Karl Marx.
Por la misma ruta se encuentra Jaime Rodríguez,
alias “El Bronco”, representante de la oligarquía empresarial conocida como los
“barbaros –en el sentido medieval del término- del norte”, y que gracias a que
puso a trabajar en ello a todo el gobierno de Nuevo León, sin problema accederá
a la candidatura independiente.
Pero el caso que resulta completamente patético
es sin duda el de Andrés Manuel López Obrador, cuyo mesianismo
populista-redentor nada tiene que ver con la izquierda de cuya bandera se ha
apropiado, y sí con la derecha más recalcitrante, oscurantista y retrógrada.
A su larga cadena de desatinos políticos,
incluidos el asambleísmo cuasi-fascista para someter a consulta derechos
humanos y civiles y hasta al propio sistema de justicia –no olvidar su
propuesta al fin aceptada abiertamente de amnistiar narcotraficantes
“arrepentidos”-, el lopezobradorismo hipócrita agregó la descarada manipulación
política del fervor religioso al asociarse, con un oportunismo miserable, con
figuras religiosas, echando a la basura el laicismo del Estado y su propia
impostura juarista.
Si no lo cree, baste ver la alianza de Morena
con el Partido Encuentro Social, surgido de un grupo pastores evangélicos que
encontraron en la política un extraordinario negocio, y que son igual de
reaccionarios que la “ultra” panista, opuestos diametralmente a los postulados
sociales de esa izquierda a la que falsamente López Obrador dice representar.
Todo sea por ganar las Presidencia.
De manera que todos los contendientes en las
elecciones presidenciales de 2018 –la zapatista Marichuy difícilmente obtendrá
las firmas necesarias para ser candidata independiente- son de derecha, conservadores
e incluso reaccionarios. Y eso, no representa la diversidad cultural, política
y social de este país.
Asueto
Esta columna y su autor se tomarán unos días de
asueto para compartir el fin de año con los seres queridos. Se retomará su
publicación el próximo 3 de enero.
A sus lectores y editores, gracias. Felices
fiestas.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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