GOBERNAR DESDE TWITTER
Ha
sido más que evidente la parálisis de la administración estatal de Veracruz las
dos últimas semanas, a partir de la ausencia pública del titular del Ejecutivo,
Javier Duarte de Ochoa.
El
gobernador veracruzano permaneció agazapado del ojo público durante toda la
semana anterior, y sólo salió a escena durante la visita al norte de la entidad
del presidente Enrique Peña Nieto, porque no le quedaba de otra, además de que
no habría manera de que los medios de comunicación lo cuestionaran sobre la
violencia desbordada en el estado, dadas las medidas de seguridad que existen
en las giras presidenciales.
Escondido
en Casa Veracruz -o en el extranjero, según algunas versiones-, Javier Duarte
vio pasar el vendaval mediático en su contra por la identificación de los
restos de dos de los muchachos desparecidos por la policía estatal en Tierra
Blanca y por el secuestro y asesinato de la reportera Anabel Flores en la
región de Orizaba.
Mientras
la prensa nacional, internacional e incluso alguna de la local condenaba
enérgicamente al gobierno de Javier Duarte e incluso clamaba por el fin
anticipado de su mandato ante la anarquía que priva en amplias zonas de la
entidad, el mandatario se mantuvo agazapado y con él, prácticamente todo su gabinete.
Salvo
el fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, quien tuvo que salir a justificar lo
injustificable, y los secretarios de Gobierno y de Finanzas, Flavino Ríos Alvarado
y Antonio Gómez Pelegrín, “brazos ejecutores” de las amenazas contra la
Universidad Veracruzana por atreverse a cobrar lo que legalmente le pertenece,
daba la impresión de que no existía gobierno en Veracruz.
Pero
Javier Duarte escogió un medio para hacer sentir que aún gobierna la entidad:
la red social Twitter, donde publicó mensajes que resultaron ser peor remedio
que la enfermedad.
Así,
el 11 de febrero, tras saberse del “levantón” de cuatro jóvenes en el puerto de
Veracruz, Javier Duarte anunció en Twitter que ya existía un operativo de las
fuerzas policiacas estatales para rescatarlos, lo cual sucedió más tarde, sin
que hubiera ningún detenido.
Eso,
y el que el propio gobernador subiera a su cuenta de Twitter las fotografías de
los “rescatados”, mostrando sus rostros mientras recibían atención médica, despertó
la suspicacia sobre si el pretendido plagio había sido un mero montaje del
propio gobierno para “demostrar” su “efectividad” y contrarrestar las críticas.
No
conforme con ello, Javier Duarte no se detuvo y entre retuits a notas del
partido de futbol de los Tiburones del Veracruz y de la visita a México del
Papa Francisco, continuó publicando en su red comentarios sobre la actuación de
su gobierno en temas de seguridad.
Sin
que lo diera a conocer formalmente ninguna instancia de procuración de justicia,
Javier Duarte publicó que el narcotraficante Josele Márquez “El Chichi” -al que
dieron por muerto en una balacera el año pasado y “revivieron” hace pocos días
al informar sobre su captura-, era el autor intelectual del asesinato de la
reportera Anabel Flores, y que la había mandado matar porque reveló bajo un
pseudónimo en Facebook quién era su sucesor como jefe de plaza en la región.
La
incontinencia tuitera llegó al extremo de que, para autojustificarse, Javier
Duarte afirmó que “salvo el caso de Regina Martínez, los demás casos donde han
sido asesinados periodistas en #Veracruz, han sido por el crimen organizado”, que “el
enemigo en #Veracruz del periodismo y de la
libertad de expresión es el crimen organizado” y que “no obstante el desgaste
político, mediático, físico y moral, no cederé ni un milímetro en la lucha
frontal contra el crimen organizado”.
Ahora
resulta que la víctima es él. Y que autoexculpándose en Twitter va a borrar
cinco años de pesadilla.
Aclaración pertinente
Quien
esto escribe no se suma ni se sumará a campaña política alguna. La única
definición y compromiso es con el periodismo.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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