CANDIDATURAS CIUDADANAS, ROBADAS POR LA PARTIDOCRACIA
El
descrédito en el que se han sumido los partidos en México, prácticamente por
igual, hizo que de unos años a la fecha se pensara seriamente en las
candidaturas ciudadanas como una opción para los votantes que no se identifican
con ninguna de las ofertas políticas existentes.
No
es tampoco algo nuevo. Siempre ha habido ciudadanos que se han “postulado” por
la libre, sin estar respaldados por un partido político en un proceso
electoral. Pero esa misma condición independiente hasta hace poco hacía
imposible legalmente que accedieran a un cargo de elección popular aún si
llegaran a alzarse con la victoria por sobre los candidatos formales, lo que sí
ha ocurrido alguna vez, específicamente en elecciones de ediles.
El
año pasado, la muestra de hartazgo ciudadano fue tal, que se popularizó la idea
burlona de “postular” como “candidatos” a animales, como una expresión de
rechazo a los políticos y partidos tradicionales, que se han alejado por
completo de los ciudadanos, cuyos intereses es lo último que defienden cuando
llegan a posiciones de poder.
La
idea prendió en las redes sociales de una manera sorprendente, lo que incomodó
a la partidocracia y a sus defensores, que no creen que exista otro camino para
transformar al país que el de participar en elecciones a través de institutos
políticos desgastados, desideologizados y cooptados por verdaderas mafias que se
perpetúan en el poder y mueven los hilos de éste a su propia conveniencia.
Para
bajar la presión social sobre la pésima reputación de los partidos que
monopolizan el acceso al poder, éstos decidieron darle a los mexicanos, en la
reciente reforma política aprobada en el Congreso de la Unión, la “graciosa
concesión” de legislar y reconocer, tras años de exigirlas, las candidaturas
independientes, sin que medie la obligación de adoptar siglas partidistas para
ese objetivo.
Pero
mezquinos como son, lo que aprobaron está cerca de ser una mera simulación. Los
requisitos para registrar una candidatura independiente son prácticamente
infranqueables para un ciudadano de a pie. Por ejemplo, para postularse a la
Presidencia de la República, se necesitan recabar y presentar ante el Instituto
Nacional Electoral las firmas de aproximadamente 1 por ciento del padrón
electoral, lo que equivale a unos 780 mil votantes. En el caso del Senado, se
exige la firma del 2 por ciento del padrón estatal, y para diputados federales,
de 2 por ciento del padrón distrital. Además, esto deben costearlo con recursos
propios.
¿Quién
tiene la estructura y el dinero para cubrir esos requisitos? Adivinó: los
mismos políticos que ya participan en los partidos tradicionales. Ellos son los
verdaderos beneficiarios de esta legislación, que les permitirá mantenerse
dentro de la “jugada” electoral aún si sus partidos de origen no los convierten
en candidatos, o bien como estrategia para dividir y pulverizar el voto de los
sectores de la sociedad que no estén corporativizados.
No
es que la solución a una nuestras desgracias nacionales sea votar por un gato o
un burro (sin alusiones a nadie). La intención era, y sigue siendo, devolver a
la palabra “democracia” su sentido primero: que el poder sea del pueblo, de la
gente.
Sin
embargo, la partidocracia también nos robó eso.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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