PANDILLA DE “FACHOS”
Fotografías: redes sociales |
Los defensores más acérrimos del régimen de
la autoproclamada “cuarta transformación” son muy proclives a tildar de “facho”
a cualquiera que piense distinto a ellos, que critique los yerros del gobierno
y los excesos y abusos del presidente López Obrador.
“Facho” es una expresión que usan como
sinónimo de “fascista”, sambenito que pretenden cargarle a cualquiera que no
siga el guion oficial impuesto por la “4t”, pero que en realidad es cada vez más
aplicable a muchos de los protagonistas del lopezobradorismo, el presidente
incluido.
El fascismo es una corriente política e
ideológica que surgió hace cien años, en el periodo entre la primera y la
segunda guerra mundial, y que tuvo como sus principales escenarios a la Italia
de Benito Mussolini y la Alemania de Adolfo Hitler, por lo cual se le ha
asociado tradicionalmente con el pensamiento extremista de derecha.
Sin embargo, lo que principalmente define al
fascismo es su tendencia al autoritarismo como forma de ejercicio de gobierno, la
cual es perfectamente capaz de cancelar cualquier libertad individual “por el
bien de la patria”. Esa característica hace que los totalitarismos de izquierda
que aparecieron hacia la mitad del siglo XX también se puedan incluir entre los
regímenes con prácticas fascistas.
De acuerdo con el politólogo español
Francisco Blanco, las principales características del fascismo, de manera
general, son su tendencia invariable al totalitarismo, su alto nivel
propagandístico en medios de comunicación y a través de la educación, la enorme
importancia que le da a la simbología, el predominio de la acción sobre el
pensamiento, un fuerte militarismo, la exacerbación del nacionalismo y el
predominio de la idea de nación por encima del individuo, la exaltación del líder
como un héroe y, en los casos más extremos, la supremacía racial.
Salvo la última particularidad –que en
realidad pareciera que algunos quisieran aplicar a la inversa-, casi todas las
demás las podemos encontrar en las prácticas, las narrativas y las ideas que
pueblan el imaginario de eso que se hace llamar la “cuarta transformación” en
México. En especial, la exaltación del líder como un ser infalible que
“encarna” a la patria misma y que, por esa misma razón, desobedecerlo o
siquiera contradecirlo equivale a una traición al país.
Esa retórica populista y absolutista –que en
los hechos hermana a los fascismos de derecha y de izquierda- es la que ha
decidido enarbolar el lopezobradorismo tras sus dos derrotas consecutivas -en
la consulta de revocación de mandato y en el debate de la reforma eléctrica- al
lanzar una violenta campaña contra sus adversarios políticos, tachándolos de
“traidores a la patria” por votar en contra de la iniciativa energética
presidencial.
Las amenazas llegan al absurdo de presentar
denuncias penales que, si bien no tienen ninguna materia jurídica para
prosperar, sí sientan un funesto y gravísimo precedente: el llamado al
linchamiento popular.
Fue grotesco escuchar en los últimos días a
los incompetentes operadores Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, e
Ignacio Mier, líder de la bancada en San Lázaro, junto con la secretaria
general de ese partido Citlalli Hernández, arengar a la lapidación pública de
los 223 diputados y diputadas que, en uso de sus atribuciones legislativas y
sus derechos políticos, votaron en contra de la reforma eléctrica, lo que de
ninguna manera constituye una traición a la patria.
Incluso, el poblano Mier –títere de Manuel
Bartlett, que con sus bravuconadas pretende ganarse la candidatura de Morena a
la gubernatura de su estado- rebasó cualquier límite al llamar a “fusilar
pacíficamente” a los legisladores de oposición simplemente por éstos considerar
que la contaminante y monopólica propuesta presidencial no era lo mejor para el
país.
En los hechos, lo que promueve el
lopezobradorismo es la cancelación de la libertad de pensar distinto, de
disentir y proponer caminos diferentes en función de la representación obtenida
en las urnas, misma que es el reflejo –con todo y las trampas del morenato en
las elecciones del año pasado- de lo que es México: un país con pluralidad de
pensamiento.
Pero el objetivo de esta violenta campaña del
régimen no es llevar a la cárcel a los diputados opositores –si se atrevieran,
lo que provocarían sería un autogolpe de Estado al disolver al Poder
Legislativo, a lo Victoriano Huerta-. Lo que en realidad buscan es
amedrentarlos de tal manera, que se lo piensen dos veces antes de votar contra
la reforma electoral que están por enviar, y que significaría la aniquilación
de la democracia liberal en México –uno de los principales rasgos del fascismo-
para restaurar la “dictadura perfecta” de partido hegemónico. La del priismo
del que abrevaron Bartlett, Ebrard, Monreal y el propio López Obrador. Y al que
combatieron y hoy vergonzosamente sirven remedos como Pablo Gómez.
Como una pandilla de “fachos”.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
Comentarios
Publicar un comentario