LA VERDADERA CARA DE PEÑA
El
presidente Enrique Peña Nieto ya logró la aprobación de las reformas que le
interesaban a su régimen, particularmente la del sector energético, objetivo
que se trazó desde que tomó el poder.
¿Qué
sigue ahora? Por las señales que ha dado, lo que viene es el retorno del
presidencialismo salvaje y autoritario, que no admite oposición alguna a sus
designios, y que es capaz de sacrificar a quien sea para obtener lo que quiere
o preservar sus privilegios.
Si
no lo cree, pregúntele al todavía dirigente del sindicato petrolero, Carlos
Romero Deschamps. No importó que por años fuera un “aIiado” del sistema. Fue
avasallado en la discusión de la reforma energética, y al final, su
organización excluida de la toma de decisiones dentro del nuevo esquema bajo el
que operará Pemex, convertida en “empresa productiva del Estado”.
El
Pacto por México, herramienta de negociación política que le permitió al
gobierno el tránsito de esas reformas, ha cumplido su finalidad y puede
declarársele muerto sin contratiempo. Peña Nieto ya no necesita del PRD, y con
el PAN puede entenderse en otros términos, siempre que sus peticiones no vayan
más allá de lo que el régimen esté dispuesto a concederle. Así que no es de extrañar
el atorón que sufrirá la reforma política en los congresos estatales.
El
PRI, junto con sus gobernadores y legisladores federales y locales, son tratados
como simples empleados del Presidente. Se acabaron los tiempos de los señores
feudales que disponían de vidas y haciendas en sus estados. El abierto
centralismo del régimen peñista les quita rápidamente atribuciones y recursos,
lo que en los hechos los debilita. Y ésa es la idea.
Peña
Nieto es un presidente chapado a la antigua, educado en las costumbres más
arcaicas del sistema priista, mismas que aprendió en el seno del grupo político
al que pertenece. No hay sorpresas en su proceder.
Con
las reformas consumadas, es previsible que ahora venga una etapa de
endurecimiento, de cierre de espacios de expresión libre y de mano dura contra
los críticos y quienes decidan manifestar inconformidad con las decisiones del
régimen. Está en su naturaleza hacerlo, y ya han dado muestras claras de lo que
son capaces.
La
perspectiva no es halagüeña en absoluto para los ciudadanos. Habrá que pagar
más impuestos, mientras los mecanismos de rendición de cuentas se hacen más
opacos y la oligarquía que manda en este país se hace más rica, dilapidando
ahora hasta sus recursos naturales.
¿Qué
nos queda hacer? Por principio de cuentas, defender los espacios que quedan
para la libertad de expresión. Y para las siguientes elecciones, pensar muy
bien a quién se le va a otorgar el voto. Para no tener que lamentarnos después.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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