HERENCIA ENVENENADA

Hasta el último momento, Andrés Manuel López Obrador le hizo sentir a Claudia Sheinbaum que quien manda es él, y que el único líder del movimiento que se mantuvo y la entronizó en el poder, es él. Contrario a la tradición política en México, en la que una vez electo el siguiente presidente, el saliente le cedía los reflectores y el escenario para que tomara paulatinamente las amarras del poder, López Obrador nunca le permitió a su sucesora un papel ni cercanamente protagónico tras las elecciones del 2 de junio, a diferencia de lo sucedido seis años atrás. Fue al revés. Desde junio, López Obrador redujo a la primera presidenta de México al rol de “dama de compañía” en sus propias giras por el interior del país y en algunas “mañaneras”. Le impuso una agenda personal y política e incluso, la obligó a aceptar sin pestañear reformas constitucionales con cuyas consecuencias será ella quien las tenga que lidiar. Sheinbaum aceptó ese papel. Por conveniencia política, por temor a pe...