CASO ERNESTINA: TODO PASA POR EL EJÉRCITO
Fotografías: archivo |
Ernestina Ascencio Rosario era una mujer indígena
de 73 años de edad, habitante del municipio de Soledad Atzompa en la sierra de
Zongolica del estado de Veracruz, que murió asesinada luego de ser agredida
sexualmente por soldados en febrero de 2007, de acuerdo con las denuncias de
sus familiares.
Pero
había algo en común entre Calderón y Herrera, además de haber coincidido en la
Cámara de Diputados y de la antipatía que ambos se profesaban mutuamente: la
necesidad de llevar la fiesta en paz con el Ejército mexicano, por las mismas
razones antes mencionadas en el contexto de cada uno.
El dictamen de la necropsia provocó una
enorme presión por parte de los altos mandos castrenses para que no se siguiera
la investigación por esa vía, tal como finalmente ocurrió. La Comisión Nacional
de Derechos Humanos, encabezada por José Luis Soberanes, prácticamente obligó a
la Procuraduría de Justicia del Estado a exhumar el cadáver de Ernestina
Ascencio para que le practicara una nueva necropsia, un mes después de su muerte.
El resultado oficial fue que había fallecido por “causas naturales”, a causa de
una “gastritis aguda” y de “anemia”.
Todo lo anterior fue documentado en su
momento por la corresponsal de Proceso en el estado de Veracruz, Regina
Martínez Pérez, quien además obtuvo una fotografía de la necropsia en la que se
observa la cabeza de Ernestina Ascencio sangrando en una especie de lavabo,
junto a unos trapos sucios y un envase de refresco.
A partir de ese momento, la periodista sufrió
un rudo hostigamiento por parte de las autoridades en la entidad, que
culminaría con su asesinato el 28 de abril de 2012. Impune, hasta el día de
hoy.
Mientras a nivel nacional el gobierno de
Calderón impuso la versión de la muerte de Ernestina Ascencio por “gastritis”,
en Veracruz la administración de Fidel Herrera amenazó y acalló al personal
médico y a los peritos forenses que conocían el dictamen original de la
autopsia. Todo, con tal de no incomodar a los militares.
Este jueves 10 de diciembre de 2020, el
subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro
Encinas, anunció que se reabrirá el caso de Ernestina Ascencio y la
investigación correrá a cargo de la Fiscalía General del Estado de Veracruz, lo
cual ya ha provocado críticas de organismos como la Coordinadora Nacional de
Mujeres Indígenas, Kalli Luz Marina A.C., el Centro de Servicios Municipales “Heriberto
Jara”, Abogadas y Abogados para la Justicia y los Derechos Humanos, pues consideran
que esta institución está descalificada para encabezar una indagatoria
imparcial.
Reabrir el caso de Ernestina Ascencio implica
investigar y en su caso proceder en contra de los elementos del Ejército
mexicano acusados de perpetrar el asesinato -que bajo los parámetros actuales
calificaría como feminicidio- y que fueron protegidos hace 13 años.
Sin embargo, durante el gobierno de Andrés
Manuel López Obrador las fuerzas armadas han recibido más poder y canonjías de
las que soñaron nunca en lo que va del periodo posrevolucionario en México. Al
grado que el Estado abogó por todas las vías, políticas y diplomáticas, para
que un general detenido y acusado de narcotráfico en Estados Unidos, el ex
secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos, fuera liberado y
repatriado a México, donde se encuentra actualmente, en la comodidad de su
hogar y gozando de su retiro.
El asesinato de Ernestina Ascencio pasa
invariablemente por el Ejército y su manera de accionar en zonas indígenas, en
las que comete todo tipo de atropellos y violaciones de derechos humanos.
¿Usted cree que se atreverán a llegar hasta los militares? La respuesta parece
obvia.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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