¿QUIÉN ES CULPABLE?
Gráfico: Our World in Data |
Luego que el representante de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) en México, Cristian Morales, declaró que el país
vive una situación “extremadamente compleja” ante el impacto social y económico
de la pandemia que ha registrado un sostenido –y hasta ahora, imparable- incremento
en el número de contagios y fallecimientos, en el gobierno federal entraron en
estado de histeria.
La respuesta del subsecretario de Prevención
de la Salud y vocero gubernamental de la estrategia oficial, Hugo López Gatell,
tomó el señalamiento –que no llegó siquiera a ser una crítica- casi como un agravio
personal y salió todo el pasado fin de semana a repartir culpas entre los
gobiernos estatales y, enfáticamente, entre la población que no ha seguido las
recomendaciones de la autoridad.
Pero, ¿cuáles recomendaciones y de cuál
autoridad?, cabría preguntarse. Porque uno de los principales problemas de
dicha estrategia han sido las contradicciones en las que las propias
autoridades incurren entre sí desde el principio de la emergencia.
¿O quién no recuerda al presidente Andrés
Manuel López Obrador alentando a la población a salir de sus casas a consumir
en negocios locales mientras él continuaba con sus giras por el interior de la
República en pleno ascenso de la pandemia? ¿O a López Gatell afirmando que no
se trataba de una emergencia de gravedad, por lo que no era necesario suspender
concentraciones masivas? ¿O su desdén hacia el uso de cubrebocas como medida de
prevención?
Pero quizás lo más grave ha sido la decisión
del gobierno de poner fin a la “Jornada de sana distancia” y pasar a la etapa
de desconfinamiento exactamente en el momento en el que la curva de contagios
alcanzaba su mayor intensidad, lo que ha provocado que las infecciones –y por
ende, las muertes- se multipliquen al nivel que han alcanzado a día de hoy: 304
mil 435 enfermos de covid-19 acumulados en todo el país, 28 mil 843 activos y
lo más doloroso, 35 mil 491 personas fallecidas, con una tasa de letalidad de la
enfermedad de 11.68 por ciento.
Ante este evidente desastre –sobre el que ni
siquiera hace falta establecer comparaciones-, hoy el gobierno intenta cambiar
el discurso y la estrategia de comunicación –porque la de salud y la económica
siguen hasta ahora por la misma ruta-, y opta por administrar y restringir la
información que se da al público, en particular la de la semaforización
estatal, lo que no contribuye a que exista certeza entre la población sobre lo
que puede y no puede hacer, y en dónde lo puede hacer.
Así, mientras en una ciudad veracruzana como Boca
del Río el semáforo ya está en naranja, en un municipio conurbado puede estar
al mismo tiempo en rojo, con una calle de diferencia entre una y otra localidad,
lo que habla de la descoordinación y hasta de la ausencia de sentido común de
las autoridades en un estado que mantiene una alta dispersión de la transmisión
del virus y que, hasta el corte de la noche de este lunes, registra dos mil 23
fallecimientos por covid-19 y una ocupación hospitalaria al 64 por ciento de su
capacidad total.
Es un hecho real que existe desidia,
incredulidad, irresponsabilidad e ignorancia en amplias franjas de la población
que se han resistido a acatar el confinamiento y a tomar medidas de prevención
básicas. El caso del municipio de Xico, donde este fin de semana a la población
le valió madre la pandemia y atiborró las calles para celebrar sus fiestas
patronales a riesgo de provocar una proliferación de contagios, es revelador en
ese sentido. Pero ante los hechos anteriormente expuestos, ¿de quién es la
culpa?
Probablemente, a nadie pueda achacársele
culpa alguna por los efectos devastadores de esta pandemia. Pero sin duda
alguna, la responsabilidad de su agravamiento recae por entero en las actuales
autoridades. Porque de eso y no otra cosa se trata gobernar. De tomar
decisiones y asumir las consecuencias.
Por lo visto, es demasiado pedirles.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
Comentarios
Publicar un comentario