SE ACABÓ LA TORTURA

Este miércoles 3 de julio concluyen al filo de la medianoche las campañas electorales en los 14 estados del país que tendrán comicios el próximo domingo 7. El saldo de las mismas, es negativo.
Este periodo de proselitismo desgraciadamente se distinguió por ser violento (hay varios muertos en diferentes entidades de la República por esta causa), y carente de propuestas novedosas. Se trató de campañas de lo más tradicionales, anquilosadas, caciquiles. Donde lo que menos importó fue la ciudadanía.
Los políticos se comportaron como siempre. Ni con todos los pactos y adéndums del mundo fueron capaces de ceñirse a la legalidad y recurrieron a toda clase de trapacerías para denostar al adversario, coaccionar el voto, condicionar apoyos a cambio del sufragio, entre otras lindezas que ahora llaman de manera eufemística (y cínica) “operar” una elección.
Durante poco más de 40 días fuimos testigos de campañas grises, sin emoción. Del hartazgo de una sociedad cansada de ser tratada como menor de edad, de ser engañada con promesas que, cuando el político llega al cargo por el que pidió el voto popular, con la mano en la cintura incumple, a veces de forma escandalosa y soez.
Así que en verdad muchos nos congratulamos porque las campañas hayan llegado a su fin. Se acabará por fin la tortura de los spots que prometen una nueva y venturosa vida si votas por tal o cual candidato, las sonrisas de pasta de dientes y photoshop de los espectaculares que ensucian la vista en las avenidas, los bloqueos de calles por las marchas y mítines. Sí, se acabó el martirio.
Pero, ¿ahora qué? El verdadero dilema ahora es por quién votar. Quienes no nos resignamos a hacerlo por el menos malo estamos en un verdadero dilema. ¿Abstenerse? ¿Anular? ¿Votar por el “candigato Morris”? Habrá quién ya tenga bien definida su opción. Un servidor no lo ha hecho aún, y como yo, mucha gente se encontrará en la misma situación.
Porque el problema de fondo es que se vote o no, se haga por una rata, un gato o un muñeco de felpa, seguirá sin haber soluciones concretas, viables, para los problemas de nuestras ciudades. Seguirá legislándose lo que le interese y convenga al gobernante en turno o a sus enemigos si le va muy mal, pero no lo que la sociedad reclama para acceder a la justicia.
Los excesos que candidatos y partidos cometieron durante este periodo seguramente no serán castigados, se quedarán en el anecdotario de la farsa a la que, para colmo de males, nos quieren someter cada año, sin descanso.
El sistema político electoral, tal como opera en la actualidad, ya dio de sí. No sirve más. No tiene mayor credibilidad. O se hace algo para modernizarlo, o en elecciones futuras no votarán ni sus propios corifeos.


Twitter: @yeyocontreras

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