LA CLOACA Y LA ILEGITIMIDAD

Independientemente de los resultados finales, las elecciones de 2013 serán recordadas en estados como Veracruz, Puebla y Oaxaca, como unas de las más sucias de las que se tenga memoria.
Tal parece que el regreso del PRI  a la Presidencia de la República también marcó el retorno de las prácticas más obscenas del viejo régimen. La coacción y compra del voto, la intimidación a los adversarios y a los votantes, el acarreo descarado, el robo y embarazo de urnas, la violencia asesina, prácticas todas que en algún momento creímos superadas, este año volvieron a usarse, con tal virulencia, que al menos en la entidad veracruzana alejaron a los votantes de las urnas.
El abstencionismo fue palpable, evidente. Y doloroso. La gente decidió no acudir a las urnas. El hartazgo combinado con el miedo hizo que los ciudadanos prefirieran quedarse en sus casas. Las calles y las casillas en las principales ciudades del estado lucieron semivacías.
Esto, por supuesto, beneficia a los partidos con voto duro y estructura para moverlo, como el PRI, y en algunos casos el PAN. Así que seguramente se congratularán de haberlo logrado en los casos que ello les haya favorecido.
Pero en el fondo, el desaire ciudadano significa un gran fracaso para el sistema político, para la democracia toda. Y la culpa es de los partidos, de los candidatos y de los gobernantes que han hecho un pésimo papel y han provocado en la gente un desencanto monumental, suficiente para que pierdan toda confianza en la vía electoral. Se trata de un retroceso de unos 25 o 30 años del que toda la clase política es responsable.
Ni las ingeniosas arengas del “candigato Morris” lograron animar a los ciudadanos a salir a las urnas. Y era de esperarse. Hubo municipios en los que creer en la democracia costó vidas en Veracruz. ¿Arriesgarse por un político que al llegar al poder va a hacer lo mismo que todos? Ni pensarlo.
La cloaca de las elecciones 2013 nos muestra un horizonte desesperanzador. Se ha consumado el retorno de los mapaches y sus peores usos y costumbres. Pero han tomado un riesgo altísimo.
Los candidatos cuyos “triunfos” sean finalmente validados no tienen mucho qué festejar. Ocuparán sus cargos sin legitimidad, sin haber sido votados por la mayoría de la población, que los repudia. Tendrán en sus manos presupuesto y poder, pero no aprobación popular.
Y ya sabemos que eso no les importa. Que mientras obtengan el “hueso”, lo demás, es lo de menos para ellos. Pero es ley de vida que lo que mal empieza, mal acaba. Ahora festinan como focas en brama. La realidad del desastre que les dejarán pronto les dará una bofetada en la cara.


Twitter: @yeyocontreras

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