INÚTILES REFORMAS POLÍTICAS
Después
de las elecciones federales de 2006, los partidos fraguaron una reforma
política cuyo objetivo era, según ellos, evitar los excesos que se cometieron
en aquella ocasión, cuando Felipe Calderón accedió al poder en medio de la sospecha
de un monumental fraude.
Para
ello, establecieron infinidad de candados en la Constitución y en el
Código Federal electoral. Por ejemplo, se prohibieron a sí mismos contratar
directamente spots en medios electrónicos y le dieron esa atribución al
Instituto Federal Electoral, para “acabar con el dispendio” y “evitar” que los
grandes consorcios de la radio y la televisión siguieran haciendo un millonario
negocio en cada proceso.
Además,
regularon las precampañas de los candidatos a los puestos de elección popular,
establecieron temporadas de “veda” en las que les está prohibido hablar de sus
aspiraciones a un cargo público; negaron a los gobernantes en funciones la
posibilidad de expresar abierta y públicamente su apoyo a un partido o
candidato en aras de la “equidad” en las contiendas. Y vetaron las “campañas
negras” para denostar a los participantes en un proceso electoral.
Con
estas medidas, según esto, pretendían evitar el derroche, hacer más “limpias y
equitativas” las elecciones, sin las trampas y artilugios que las han
caracterizado en México siempre.
Seis
años después de esas “sesudas” reformas, una evaluación simple de sus
resultados nos lleva a una conclusión contundente: no han servido para maldita
la cosa. Lo vimos en la elección federal del año pasado, pero definitivamente
se evidenció con mayor crudeza en el proceso comicial local 2013.
Partidos
y candidatos se pasan por el arco del triunfo los topes de campaña. En las
temporadas de supuesta “veda”, hacen proselitismo simulado con la complicidad
de los medios de comunicación impresos, electrónicos y digitales. Los
gobernantes de todos los niveles se meten hasta la cocina de los comicios para
hacer ganar (o perder, que también hay casos) a sus partidos y a sus rivales.
Las campañas negras no sólo no desaparecieron, sino que son más intensas y
asquerosas que nunca, aunque ya no se difundan en la TV.
Por
si no fuera bastante, el derroche de dinero en las campañas, público y privado,
no sólo no disminuyó, sino que se duplicó para pagar gacetillas en los medios y
operar redes sociales y de espionaje para atacar al adversario. Todo esto, en
la más monstruosa impunidad, con la complicidad de autoridades electorales y
judiciales.
En
resumidas cuentas, el reformón
electoral de 2007-2008, y sus réplicas en los estados de la República , tuvieron un
fracaso estrepitoso, pues no erradicaron ninguno de los vicios de nuestra agonizante
democracia. Estamos igual o peor que antes.
Por
eso, ahora que de nueva cuenta los partidos y los políticos hablan de la
necesidad de una reforma electoral que “evite los excesos que se cometieron…” y
bla, bla, bla, a los ciudadanos sólo nos queda reflexionar y cuestionarnos
algo: por qué seguimos permitiendo que nos vean la cara de pendejos.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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